domingo, 4 de mayo de 2025

GRACIA

Hay detalles en la vida cotidiana que pueden pasar inadvertidos. Mimetizados o confundidos con el ambiente pasan desapercibidos. Cuando uno está acostumbrado a estar atento a los márgenes de la vida, lo que ocurre en los bordes del camino cobra su protagonismo y abandona su escondido papel secundario. Así me ha pasado con ella. Tarde de viernes santo en Labamba. Llego de celebrar en la base de MINUSCA con el contingente burundés. Han cantado toda la pasión en kirundi. Preciosas voces masculinas han ido dando tono al drama. Labamba es una capilla populosa y animada a unos tres kilómetros de Grimari. Encuentro a toda la gente en el cruce de la carretera y el camino que conduce hasta la capilla. Un camino estrecho que se abre paso entre árboles, riachuelos, cabañas y que termina en la puerta misma de la capilla. Se disponían a prepararse para los oficios con el vía crucis. Me adelanto con el coche hasta la capilla y me retorno rodeado por una progresiva nube de niños que al verme hacer el camino al encuentro de todos, se van sumando con trote alegre al ritmo de mi paso. Me uno al grupo en la tercera estación.

De rodillas escuchamos el texto bíblico y la reflexión pertinente a cada parada. Entre una y otra estación, reanudábamos el camino cantando. Confundido al principio por el populoso barullo cargado de frescura y novedad, poco a poco fui entrando en el espíritu y la atmósfera del cortejo. En la quinta estación  es cuando echo la mirada más allá de lo que me rodea de inmediato y mis ojos se fijan en una niña que sentada a una distancia prudencial de la comitiva me mira con ojos grandes, limpios, preciosos, al punto de fijarse mi mirada en ella y es entonces cuando me adentré en su entorno.

Al concluir la oración, ponernos en pie y seguir el camino de la cruz al ritmo de las canciones, ella seguía postrada en el suelo hasta que un joven, la tomaba en sus brazos  y la acercaba hasta la siguiente estación, donde la depositaba sobre tierra o, si en su lugar había, sobre hierba. Tenía una malformación en los tobillos, creo que es el pie equino varo aducto congénito, ya sabéis, pies inversos. Una deformación demasiado habitual por aquí y alguna explicación tendrá. El caso es que esta cria me cautivó la atención ya para todo el recorrido. El gesto cirineo se repetía estación tras estación, una acción que me llenaba de emoción ante tamaña caridad y cariño ejercidos con la pequeña. Inmerso en el grupo de gente fui interesándome por ella. El joven no era familia, sólo un vecino. Un enjambre de niños los arropaba, tanto en el itinerario como en las pausas. Al llegar a la capilla y disponernos a empezar los oficios, la busqué con la mirada y sólo divisé las espaldas del joven que la portaba a lo lejos y se adentraba en el poblado, perdiendo la vista de la escena al hacer incursión tras un enorme árbol. He de confesaros que durante toda la celebración la imagen de aquella sonrisa, aquella mirada, aquél reiterado gesto de generosidad, no se me borraban de la mente. Acabamos los oficios ya entrada la noche.

El sábado, por la mañana, volvimos a Labamba para instalar allí parte del obsoleto material retirado de la misión de Grimari. Una vez hecho el trabajo y antes de volver a Grimari, pedí a los niños me acompañaran a su casa, quería conocerla y saludarla. Fuí al coche y cogí un tetrabrik de zumo de maracuyá que me regalaron el viernes en la base de la ONU, tras celebrar con ellos. Así con la algarabía de los niños me adentré en el poblado y sus callejuelas hasta dar con una casita rodeada por un vallado vegetal. La niña, de nuevo me localizó antes que yo a ella, y arrastrándose veloz y vivamente, se acercó hasta mí y me abrazó las piernas por los tobillos. No puedo deciros lo que sentí en ese momento, pero fue un instante diría yo evangélico, porque a la cabeza me vinieron muchos recuerdos de Jesús recogidos en los Evangelios. El bullicio infantil dio paso a un silencio tejido en corro de quienes expectantes parecían crear esta milagrosa escena.

Me agaché hasta la altura de su mirada y le pregunté por su nombre. Grâce, me dijo. "Biri mbi ba awe ti mo, mo inga? (¿Ayer te ví, sabes? ), ¡Mbi inga! (¡Lo sé!). La mamá se abrió paso entre los pequeños, sosteniendo a un hermanito pequeño en sus brazos y cadera. La saludé y pregunté sobre su familia y cómo ayer ví a Grâce en el via crucis... Hoy quería conocerla y le traía un regalo, para ellos, un sofisticado cartón de zumo. Me percaté que Grâce era querida en el quartier, que los niños la aceptaban muy bien y jugamos un poquito entre todos  a mover manos inversas, ya sabéis ese divertido juego que pone a prueba el cerebro y sus hemisferios a la hora de mover los dedos de las manos en una posición diferente a la habitual. Nos reímos mucho y Grâce ni pestañeaba. Pidieron hacernos una foto y así lo hicimos. Cuando me despedí de la agradecida madre, lo hice también de la pequeña que abrazada a mi cuello me decía "singuila mingui, Bwa! (Muchas gracias , Padre!) Minutos intensos y hermosos. De regreso los pequeños me decían por qué ellos no tenían regalo, se referían al zumo. Me paré, deteniéndose todos también a mi alrededor y les dije: ¿No tenéis regalo? ¡Yo creo que sí!. Podéis caminar, podéis correr con el aro, saltar, jugar al balón, subiros a un árbol,....! ¿Os parece poco regalo? A juzgar por su reacción, creo que entendieron muy bien mi respuesta y ejemplos. Faltaban unos metros para llegar a la capilla y arranqué de repente a correr, viniendo primero todos ellos detrás para finalmente dejarme el último...... ¡Qué bueno y divertido!. Allí nos esperaban el Padre Gladimiro y Pepe. A un chaval mayor de los que estuvieron en el tejado de la capilla con ellos, le hice entrega de una gorra para que se la hiciera llegar al anónimo cirineo, protagonista latente de esta historia. Me insistieron en llevarles en la Pickup  y así lo hice hasta llegar al cruce del camino con la carretera. Todo el recorrido fue de vocerío y cánticos de los pequeños, que de esta manera, recibieron también "su regalo".

La providencia ha hecho el resto. El Dr. Onimus estará esta semana en la misión de Dékoa, cerca de Grimarí. Hasta allí el P. Abraham y el P. Gladimiro acercarán a la pequeña y a alguno más para consulta y después ya será el Dr. el que programe operación de trauma. El deseo es que pueda vivir, al menos en pié, la vida tan arrastrada que le espera como al resto de niños de este país, una vida que resultaría aún más insufrible estando postrado en tierra. Hoy el regalo lo he recibido yo, esta cruz y esta gloria que han sido  transidas por la providente bondad de Dios. Yo sólo hice que mirar. Yo sólo la visité. Ciertamente este encuentro ha sido en verdad toda una gracia.

3 comentarios:

  1. Me ha emocionado tu reflexión y tu acción evangelizadora y cercanía . Gracias por ser todo un ejemplo de compromiso con quienes más lo necesitan. Gracias Chus.

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  2. Que continúen las bendiciones para Grace! Las cosas no pasan por casualidad, cierto! Sino por diosidiencias! Eso sucedió en esta bonita historia! Gracias por estar ahí y hacerlo posible Padre Chus! Gracias al Doctor que operó! Gracias a los Padres Abraham y Gladi que también lo hicieron posible! Y a todos los demás colaboradores muy importantes que hicieron posibles estas diosidiencias 👏🏽

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