Un día como cualquier otro, pero una fecha singularmente entrañable. Primero fue la Virgen de Árboles. Finalmente las muy queridas Virgen del Canto y de la Cuesta. Esta fiesta de la natividad de Santa María siempre ha estado presente, de un modo u otro, en mi ministerio. El caso es que cuando saqué visado para venir aquí, expiraba hoy, 8 de setiembre y hoy era, también en principio, mi día de regreso. Después de muchos viajes en avión durante estos años y ningún vuelo perdido (¡es una suerte! ¿no?), ésta va a ser la primera vez que, una vez programado, no lo realizaré y la causa no estará en las aerolíneas, transfers o aeropuertos, si no por voluntad propia. Estos días me han emitido prórroga al visado para otros tres meses. Tiempo en el que, seguro, me iré incursando poco a poco y cada vez más tomando conciencia con estos trámites, del trecho de vida que se va tejiendo en estas coordenadas del planeta.
Al concluir su visita a Mongolia, el Papa Francisco evocaba los cien años de la composición de una obra preciosa a cargo de Teilhard: “La misa del mundo”. Un canto a la presencia espiritual de Cristo más allá de lo establecido por la materialidad de las especies eucarísticas como presencia real. A mí me da pie esta fecha del día 8 de setiembre y este hecho de la butaca vacía de regreso, para reflexionar sobre mi presencia aquí, en mi caso hoy sí con pan y vino, pero de cualquier modo también buscando ir más allá de lo establecido.
No soy alguien que tenga que hacer carrera y este destino me permita un destacado elemento curricular. No estoy aquí porque me hayan mandado con un estatus y régimen laboral privilegiados. No estoy aquí para estudiar ni investigar nada. Menos para pasearme con la estela de quien de antemano y antes de nada reivindica la condición e identidad de cooperación, esa dimensión humanitaria que gestiona nuestro mundo civilizado para tranquilizar conciencias y gestionar recursos de gran trastienda. No. Estoy aquí porque esta realidad forma parte también de la Iglesia que se extiende por el mundo y cuya misión en estas tierras desde hace más de ciento cincuenta años es querer estar con quienes estaría también Jesús, con los más pobres de los pobres, con los últimos y olvidados, con quienes piden, reivindican atención antes que nada, y después justicia y dignidad ante todo.
Estoy aquí y mi motivación es la fe. Una fe que se anuncia y comparte con la presencia, espiritual y real, sin otro interés que estar como somos y con lo que tenemos. He sido enviado por mi diócesis y me siento acompañado y arropado por ella, por tantos... El misionero no viene “a hacer algo”. Viene a estar con todos, y esa estancia, esa presencia comprometida, transforma a las personas, a las que venimos y a las que nos acogen, de tal modo que nos estimula al crecimiento en dignidad de todo lo que es vida conforme el don de la existencia. Todo ello anima a construir realidades nuevas, sí, y a nadie deja indiferente, porque es el ser y estar del mismo Jesús, del mismo Dios. Él que pasó entre nosotros haciendo el bien. Él que en su grandeza es el amigo de los hombres.
Me gusta el lema y la imagen que OMP ha escogido para este próximo, casi ya inmediato, octubre misionero 2023. “Corazones que arden y pies en camino”. Vida compartida en gestos y acciones. Y todo ello envuelto en un abrazo fraternal de difícil ponderación como para poder contenerse en una hoja de servicios.
La misión no es pasearse. La misión tampoco es pensar que se tiene respuesta para todo y que todo va a ser salvado por nuestra entrega. Misión tampoco es aparentar, ni pasar por aquí siempre con la garantía de un billete de vuelta. Misión es abrazar esta realidad y en ese abrazo hacerla tuya y hacerte suyo y sentirte rico al saberte arropado por su pobreza. Misión es compartir latidos y pasos. Esto es evangelizar. En esto consiste la nueva evangelización. Hoy es 8 de setiembre, bonita fecha en numerosas parroquias y pueblos de Zamora. Hoy he “perdido” por vez primera en mi vida, el vuelo de regreso.
Jesús, me quedo con esto:
ResponderEliminar"La misión no es pasearse. La misión tampoco es pensar que se tiene respuesta para todo y que todo va a ser salvado por nuestra entrega. Misión tampoco es aparentar, ni pasar por aquí siempre con la garantía de un billete de vuelta. Misión es abrazar esta realidad y en ese abrazo hacerla tuya y hacerte suyo y sentirte rico al saberte arropado por su pobreza. Misión es compartir latidos y pasos. Esto es evangelizar."
Crsto te cuide. Rezamos. Un abrazo.