La mañana presagia por fin, el imperio del sol, algo anhelado para que esta tarde podamos acercarnos a Safa, que dista 30 kms de M’Baïki. Uno en ocasiones echa en falta lo elemental, lo que de otro modo hubiera pasado inadvertido. En mi caso esta mañana de recogida de habitación, un invento muy nuestro: La ilustre fregona!. Las herencias coloniales han dejado por aquí el “mocho gabacho”, esto es; una gamuza de tela muy fuerte que se empapa y se restriega por el suelo y que después hay que retomar, limpiar y escurrir….. Mi paciencia me recuerda que estamos en tierras de misión.
Tras la comida, cargamos el Land-cruiser y emprendemos camino, que progresivamente se va transformando en sendero y al desaparecer los indicios de rodadura del mismo pasa a ser lo siguiente, que desconozco cómo se puede denominar. Barro y grandes zonas encharcadas. Me percato al cruzarlas de su hondura… En una de ellas…, nos quedamos atrapados. Reductora, marcha atrás y salimos. Es el momento de cambiar al sistema de doble tracción. Un mecanismo que se activa mediante un giro en el centro de las llantas. La diferencia es notable. Lentitud y fortaleza, pero gracias a ello, salvamos los inconvenientes de todo el trayecto, que logramos recorrer en tiempo récord: una hora y media.
Llegar a Safa es llegar a una aldea en medio de la selva, muy cerca ya de Brazzaville, apenas al otro lado del rio Lobaye. Es uno de los primeros enclaves de misión en este país. Hay un centro de salud y una escuela, regentados ambos magistralmente por las Hijas de la Caridad. Hay una Parroquia dedicada al Sagrado Corazón y un internado escolar de chicos, ahora silenciado por el vacío vacacional. La casa de la misión es toda ella de madera, similar a las que, desperdigadas por la zona, vestigian un pasado reciente colonial dedicado a la explotación de la “goma arábiga”. Esta exudación de la especie de las acacias que era aprovechada como espesante y/o estabilizante natural para diversas aplicaciones industriales, en farmacia y alimentación. Hoy, es un reducto del pasado, reproducidas sus cualidades en química de laboratorio.
Una larga sobremesa nocturna nos lleva al ansiado descanso que permita el ensamblaje de nuestros huesos y extremidades sacudidos por doquier en el camino. Un toque de campana indica que son las 5. Un gallo lo repite quince minutos después. Tras la oración y laudes, un desayuno y celebración de la Eucaristía dominical a las 08:30. Comunidad animada y muy joven, puesto que los adultos están recogiendo en la selva el “makongo”, ese gusanito que hace las delicias de sus paladares y su venta les permite algún auxilio al maltrecho sustento. Me presentan y comparten la razón de mi presencia entre ellos unos meses (6): aprender el Sango. La colecta de la misa aporta 3845 francos CEFA (5,87€), Digamos que el equivalente aqui a dos jornales de albañil. El Obispo y José Antonio, al terminar la celebración, se regresan y para mí empieza una nueva etapa, en medio de la nada, (pobreza, miseria) y estas gentes. Comienzo mis clases de la mano de los mejores maestros: lo niños. Pancrace, será en estos primeros días, quién me ayude con las expresiones más necesarias para poder vivir en modo básico.
Buenas tardes desde Zamora. Ya soy lector de tu blog, espero ser constante y así estar unidos en la distancia.
ResponderEliminarSaludos calurosos.
Godo! cómo te agradezco que, siendo el último en llegar al blog, seas el primero en comentar.... De veras gracias! Siento que te da igual ponerte a la cocina conmigo al verme apurado y casi a la hora de comer en el campamento, como dedicarme un instante ahora en la distancia. Eso revela tu grandeza y disponibilidad. Gracias amigo!
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