Como si de una señal inequívoca se tratase de que el progreso llega a estas tierras, la carretera que comunica M’Baïki con la frontera del Congo y que pasa por M’bata y Mongoumba, se abre paso de la mano de empresas chinas. Grandes máquinas acuchillan lo que hasta ahora era el infame camino lleno de heridas. Gran numero de trabajadores del lugar que por tener indumentaria tienen un casco y una chaleco reflectante, se afanan en las tareas resultantes de la tala y desbrozado del curso diseñado para la carretera. Camiones de obra que van y vienen trayendo y llevando grandes cargas de tierra con las que nivelar el trayecto. En medio de toda esta vertiginosa actividad, mecida al ritmo de quien porta en sus manos una banderola verde y otra roja que agita según la circunstancia indicando así si se puede pasar o no, los niños y animales que expectantes y curiosos unos y despistados y confusos los otros, deambulan por todos lados. Ciertamente el ritmo de trabajo es incesante, estando en litigio los adagios de “trabajar como un chino” y “trabajar como un negro”, evidenciando que si el primero se atiene a verdad, el segundo aún está por comprobar. Baste para esto segundo un pequeño dato de mis reflexiones. En año y medio que llevo aquí, inmerso en constantes obras en la misión, aún es el día que nadie ha venido a solicitarme trabajo mediante el que pueda vivir y sustentar a los suyos…
El trayecto, en medio de árboles y foresta necesariamente arrasada, está jalonado por casas cuyo final está preconizado por una marca visible de pintura en sus muros con una X. Además de los movimientos de tierras, también está caracterizado por la tala de palmeras que permanecen tumbadas allí donde estuvieron plantadas hasta hace nada. De ellas y tras este horizontal reposo, obtendrán su preciada y ruda bebida alcohólica de la “kangoya”. Y es que ante lo inevitable, se han adelantado para darle anticipado cumplimiento que les permita disfrutar de lo que de otra manera no podrían hacer, dado que necesitan reposo los troncos para exudar la savia de la fiesta.La obra avanza y de terminarse, cosa que habrá que esperar a ver, resultará una amplia ruta que serpenteará la selva con un ancho de 25 metros. La velocidad se convertirá en un aliado peligroso para motoristas y vehículos que confiados buscarán hacer los trayectos en el menor tiempo posible, recuperando con ello la lentitud impuesta durante mucho tiempo por su estado precedente, del que se olvidarán en seguida.
Las máquinas han ido haciendo su trabajo, hasta un primer nivelado de un auténtico punto crítico a la altura de Boyoba. Unos trescientos metros fatales donde las paredes de barro envolvían a los vehículos haciendo que muchos de ellos quedaran varados en medio de la trampa de bodón. Al menos ya se puede pasar sin más complicaciones que las propias de un camino más de esta zona.
Acabo de tener conocimiento de la tragedia de agua y barro que ha asolado Valencia. Asusta ver las dimensiones de la catástrofe en sus aspectos humano y material. Escandaliza lo relativo al comportamiento de autoridades y políticos. El pueblo parece que ha reaccionado ante el abandono con la violencia verbal y física. A un desastre se suma otro de carácter convivial y social. Hablo con mi sobrina Patricia que, asustada como nunca la he visto, me relata lo vivido en esa tarde y el horror del que ha sido testigo y que milagrosamente ha podido sortear. Ante tanto no queda otra desde aquí que rezar y colaborar con la aportación que desde el IEME haremos todos los curas misioneros. Para unos y para otros se presenta el mismo horizonte de camino nuevo, en sango fini lege.