Llegamos casi a la par, con unas semana de diferencia. Yo vine primero, precisamente ahora hace dos años. Dos años me sacaba él en edad. Neerlandés, no podía negar su identidad con su altura, su tez pálida, ojos azules y cabellos rubios. Venía de la mano de un programa misionero para laicos,- Week voor de Nederlandse Missionaris (WNM) - Combonien Laien Missionare-, urdido en su país con no pocas dificultades y después de diversas negativas en Francia. Ello fue objeto de algunos diálogos entre ambos, porque yo en mi estancia previa en Paris con Missions Etrangères (MEP), tuve el desagradable encuentro con el obispo encargado de misiones de la francofonía africana y ya entonces me anticipó que con RCA no había ayuda que esperar porque era un país "en rojo". Una vergüenza que también y sobre todo en su Iglesia madre piensen así de esta tierra. Misma expresión manejó Erik a propósito de su proyecto y los dificultades que hubo de sortear para hacerlo realidad. Le llamó siempre la atención cómo hablando de su pais, yo pronuncié "Gröningen", me sonrío al recordarlo. Puso sus ojos en grande y exclamó: ¡lo dices como nosotros! Yo jugaba con ventaja por el alemán y mis entrañables amigos de esa universidad neerlandesa. Mucho nos reíamos a propósito de los Tercios de Flandes y la "anti hispana " ciudad de Leiden. En fin, recuerdos de los inicios de nuestro trato.
Casado con Godelieve, formaban una familia junto con Boaz (13), Shifra (10) y la pequeña Hadassa (6). Estaba aquí a temporadas. Su tarea era coordinar la Escuela de Catequistas que durante cuatro meses concitaba en torno a la formación a los /las catequistas y sus familias en un número aproximado de 40. Biblia, teología, pastoral, liturgia, eran los núcleos que estructuraban durante ese tiempo en sus largas jornadas de pupitre, seis días a la semana, sábados incluidos.
Sango no usaba, se dirigía a todos en francés y siempre con un papel por medio, al mejor estilo colonial. Exigente y serio con los contenidos docentes, le veías ir y venir de un lado a otro, con la prisa propia de quien pone el énfasis sobre todo en el deber, en ello le debieron educar y era buen apóstol de este principio. Estuvo también en M'bata con los catequistas del Decanato, presentándoles los tres catecismos nacionales para la iniciación cristiana. Su familia llegó a venir al completo en una ocasión, aprovechando las vacaciones escolares de pascua del año pasado. Este segundo año fue muy difícil para él por cuestiones propias del matrimonio y la misma familia. Es muy difícil esta situación de misión si no es asumida y acompañada por todos. Al regreso de Navidad estaba especialmente triste y a mediados de febrero, acabado el curso de formación, se regresó, confiándome sería para no volver más. La víspera de embarcar, estuvimos tomando una cerveza contemplando el curso del Oubangui y su tristeza de nuevo tornó silencio. Ese silencio que le acompañaba a menudo y que no era tanto reflexivo cuanto de cerrazón. Consciente de la crítica que se le manifestó en la evaluación del curso, no alcanzaba a superar el hecho de que todo se centrara en él, al punto de apenas destacar y valorar lo que de bueno hubo. Hablamos del tema racial y su importancia en ello, hablamos de la forma de ser de los mismos catequistas, de las parroquias, los curas,... hablamos de casi todo hasta que se sumió en un silencio sólo atendido por su mirada. Había tirado la toalla, lo intuí, y sospechaba que aquí no quedaría la cosa, porque me habló también del naufragio de su proyecto familiar, su deteriorado entorno paterno y su incapacidad también por afrontar ese escenario de enfermedad de sus longevos padres.
Todo, todo, lo replegó en un momento determinado al silencio y sólo contemplaba el horizonte, el curso del agua, y su mirada se fundía en la otra orilla, perdida hacia la población de Zongo, ya en la República Democrática del Congo. La tarde fue cayendo y dió paso al tímido brillar de las lucecillas de las casas, luces del todo incapaces de iluminar la escena. Apuró su Mocaf y me hizo un gesto para disponernos a volver a casa. La cena también en silencio, sólo interrumpido para preguntarme si mañana le llevaría al aeropuerto yo. Le dije que sí y un gesto tímido y espontáneo hizo que en mi hombro descansara su mano. Cuando al medio día siguiente lo dejé en el aeropuerto, repitió ese mismo gesto para mí, dentro del coche. Tomó sus maletas y entró en el barracón del control sanitario. Salió y ni siquiera giró su cabeza para despedirme de nuevo, porque yo seguía en el coche. Como si quisiera olvidar, su paso era rápido y firme hacia adelante, adentrándose ya en el pasillo del aeropuerto, donde le perdí definitivamente de vista.
Hacía apenas unos días que habíamos ido a la ACATBA/SIL y allí fue en el único lugar que le he visto disfrutar. Tanto como cuando sacábamos a colación alguna cuestión de hermenéutica bíblica del Antiguo Testamento. Le decía yo que entre su devociones por la teología paulina (judía) y por el Antiguo Testamento, era más veterotestamentario que yo, que lo soy, pero por estudio, porque mi entraña es el Evangelio. Siempre me pareció su ser católico un tanto particular, con no pocos aderezos de un protestante. El trato y uso que hacía de la Escritura, cómo abordaba algunas cuestiones dogmáticas, la oración... En todo caso era él. Allí, a esta Asociación para la traducción de la Biblia, volví hace unas semanas para participarles que nos había dejado en los primeros días de Mayo. Nadie sabemos muy bien de lo que somos capaces de hacer, en un sentido y en el contrario.
Yo al conocer la noticia, busqué entre mis whatsapps con él, los del pasado verano, donde entonces me facilitó el correo de un comboniano alemán que conocía él bien. Le hice llegar en estas circunstancias un mensaje para que se lo trasladara a Godelieve. No tuve contestación alguna y hace unos días me puse en modo búsqueda hasta que creí dar con ella directamente. Le puse un mail, aun a riesgo de confundirme. Mail enviado, recibido y felizmente contestado después de unos días. Sí era ella. Me escribió un agradecido, sincero y extenso mensaje de 11 páginas, relatándome todo, cosa que le agradecí porque me permitió entender un poco mejor a Erik y sus circunstancias. Había recibido también mi primer mensaje que usaron el día de su funeral.
La misión tiene también páginas como ésta, tristes pero a la par llenas de enseñanza que aprender. La dilatada experiencia de Erik por numerosos países no fue antídoto para esta última. Me pongo un poco en su lugar y la angustia vivida por él en la lucha con su carácter creo ha sido ingente. Me consuela saber que cuando él ha querido siempre me ha tenido cerca y yo he sabido estar ahí con mi confrontado modo de ser mediterráneo, aceptando el cómo, cuándo y cuánto ha querido compartir desde su ser centroeuropeo. Me alegra haber persistido también y al final dar con Godelieve, a la que creo he hecho bien y me lo ha reportado al mismo tiempo a mí. Y ahora sólo queda sumirnos en el misterio de la oración, por él, ella y esos tres críos que son reclamo de vida. Manipulando a san Pablo de quien Erik era fiel admirador, puedo terminar hoy diciendo que "la misión está siempre cerca de cada uno, en los labios y el corazón" (Rom 10,8). Erik, desde aquí, blog que tú conocías te digo: gracias por el bien que Dios ha hecho a tu través.
D. E. P. Tu familia ha heredado la semilla de la entrega y del buen hacer. Un abrazo.
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