Es muy normal encontrar construcciones en los poblados y en la ciudad que están pintadas de azul celeste y blanco. Es un tema identitario, ya os imagináis. Una fuente, un depósito, una escuela, que han sido erigidas por algún organismo internacional de los muchos que tiene la ONU. Para mí es azul piscina, piscina a la que se han tirado con cantidad de programas, proyectos y personas, claro. Este país es el que aglutina mayor contingente de cascos azules del mundo. Es un contingente de unos 17.500 efectivos. Los hay de todas las nacionalidades, desde Túnez a Laos, Pakistán, Marruecos o Perú. También hay africanos de Burundi, Ruanda Zambia, Egipto o Camerún. También de diferentes países europeos. Los hay civiles y militares. Aquí la misión se denomina MINUSCA. Es la continuación de otra misión anterior, que a cuenta de la guerra, acabó como el rosario de la aurora, aunque los franceses les ganaron en el ridículo de la ineficacia con su operación mixta Sangaris. El nombre responde a Misión Multidimensional Integrada de Naciones Unidas para la Estabilización en RCA. ¡Casi nada! Un programa carísimo. Un peaje que de ser necesario es impensable en sus cifras de 1.116.738.700 $. Todo empezó en 2010 con la BINUCA que pretendió reforzar las instituciones del gobierno del país. A cuenta de la violencia se hizo necesario que en 2013 se pasara a la MISCA, una fuerza militar azul, internacional liderada por la Galia empeñada por el mantenimiento de la paz. Desde 2014 son lo que son en la actualidad. En su ideario está primordialmente salvaguardar la paz y proteger a la población civil. Todos sus programas tienen un cuidado tratamiento mediático en redes.
La realidad es que el 70% del tráfico rodado son grandes vehículos suyos y numerosas patrullas que bien se pasean en tanqueta o bien en Pick-up, exhibiendo al menos su presencia, que se piensa disuasoria. Después numerosos programas de alimentación, de derechos humanos, de escolarización, de igualdad, de organización política y electora, de protección de la infancia, de seguridad, ... lo que queramos encontraremos. Ahora con un poco de miedo a cuenta de las medidas adoptadas por Trump y que les reducirá presupuestos, personas y servicios. No se si sirve para mucho, para algo seguro que sí. No seré yo aquí el crítico que haga una enmienda a la totalidad, pero realmente es escandaloso y viendo los resultados donde ONG's e Iglesia nos sumamos al trabajo que se realiza con la población, algo se está haciendo mal, cuando la mayoría de los programas funcionan y al final colaboran con el mantenimiento de una mentalidad de gran dependencia del exterior.
Toda esta reflexión en azul a cuenta de la visita que estos días nos ha realizado Jorge, nuestro Director General en el IEME, quien a pesar de su gran experiencia en Zambia y resultarle muy familiar el ambiente popular, se ha sorprendido de esta sobredimensionada presencia supranacional. Ha podido conocer y acercarse a los emblemáticos PK5, PK9, PK12, Petevo y Point zéro. Ha visitado la catedral desde la que un valiente papa Francisco abrió las puertas de la misericordia. También la parroquia de Fátima, protagonista de tristes acontecimientos cuando la violencia campaba a sus anchas por las calles de Bangui, a pesar de estar a escasos metros de diferentes acuartelamientos azules. Vio el escenario físico de los asesinatos que aquí se cometieron y las víctimas mártires que encontraron la muerte de este modo violento, injusto e inocente, un domingo mientras misa. El pasado día ocurrió lo mismo en Congo, con la matanza de 70 cristianos en una iglesia.
También visitó la primera pica del evangelio en el corazón de África, en ese lugar bañado por el Oubangui, san Pablo de los rápidos. Se acercó a M´Baiki y pudo tocar la pobreza con la que se adornan las Misioneras de la caridad de madre Teresa. También en Bangui a ese sueño de la familia carmelita de enseñar a sacar el fruto de la tierra y de la doméstica y cuidado de animales de granja. Hubo tiempo para disfrutar de la propia naturaleza visitando las cascadas de Boalí que a unos 90 kms de Banghi precipitan el agua del Balí, afluente del Oubangui, que también ha viso ya más pacífico al lado del monasterio de las Benedictinas.
Creo se lleva la impresión de haberse acercado de veras a la miseria que aquí juega a disfrazarse de pobreza cada día, una tierra y unas gentes que por más que las pinten de blanco y azul siguen inmersas en su frágil realidad, vida que asumimos y queremos cambiar no con programas ambiciosos ni cifras impensables, si no con el Evangelio que presenta la Iglesia en esta porción de la nada donde hay tanto a la vez. Quizá el blanco y el azul en estos días que la liturgia nos ha acercado al ciclo de Noé, nos ayuden a expresar con gratitud un paso entre nosotros, hoy el de Jorge y siempre el de Dios. Quizá los hombres de azul de verdad son aquellas personas que sueñan y se esmeran por otra realidad, un programa sin presupuesto definido, más que la entrega de cada día. Un sueño que se hace realidad al sabernos peregrinos de la esperanza, testigos de unos cielos nuevos y una tierra nueva.