No os tengo olvidados pero es que me crecen los enanos también aquí. La llegada de Pepe nos ha envuelto a todos en una dinámica de trabajo adicional para ayudarle en sus tareas técnicas de poner al día las pobres instalaciones eléctricas con las que cuentan nuestras misiones. El aprovechamiento de la energía solar ha devuelto la normalidad a la Maison Comboni de Bangui. Ya no están a merced de los frecuentes cortes de luz del fluido eléctrico de la red nacional, privilegio del que gozan, me refiero a la red eléctrica, por estar ubicados en el barrio presidencial de la ciudad. Gracias al estudio realizado por Pepe y a su trabajo, ya no son dependientes de la red nacional y podrán seguir con la vida normal incluso cuando ésta deje de servir energía. Ha trabajo intensamente durante un mes y como ocurre en todas las novelas, ha contado con la fiel ayuda de un aprendiz que le ha dispensado todo en cada una de sus tareas. En este caso ha sido el Padre Gabriel. Un misionero comboniano de México que tras muchos años en Chad y una estancia en su tierra natal, generosamente ha vuelto a esta tierra. estaba en Maison Comboni aproximándose a la lengua Sango y la llegada de Pepe le ha convertido en su fiel escudero, quien además ha ido con ello saliendo de su timidez y reserva de carácter al punto de ser ahora un jovial y cercano amigo con todos. La labor humanitaria de Pepe, no se circunscribe al ámbito técnico donde su profesionalidad y capacidad de trabajo son evidentes, también su carácter abierto y vitalista genera estas inercias positivas a su alrededor.
Un año cumplido ya como párroco en M'bata, me permite de algún modo, poder opinar de alguna realidad con cierto atisbo de dar en el clavo y acertar en mis opiniones. Cuando el otro día nos acercamos a la iglesia en M´bata para hacer el estudio preliminar de necesidades para su iluminación nos percatamos que había un grupo de una quincena de personas en oración. Con respeto y silencio, analizamos y comentamos las posibilidades de intervención y ya al punto de salir, estando aún en la sacristía, el llanto de un niño me hizo volver de nuevo al templo. Delante del altar de la Virgen, el grupo en oración tenía en medio a la criatura, marcado su cuerpo por las señales del hambre, mientras su madre y otra persona lo untaban con agua y ungían con con un líquido aceitoso. El pequeño, ante aquella tan extraña como inocua acción, se revolvía en el suelo con un llanto inusual, mientras era sujetado por pies y manos por otros dos miembros del grupo. Asombrado por tal proceder pregunté al responsable qué era lo que estaba viendo, respondiéndome que era una práctica de sanación, a lo que rápidamene le espeté que para ello la iglesia sólo tiene la oración y el sacramento de la unción de los enfermos. Pregunté qué era ese agua y ese aceite, y me dijeron que era agua bendita y óleo de san Miguel. Ya os dije al principio de estar aquí que para evitar excesos, decidí no bendecir agua alguna si no y sólo en la fiesta de pascua, con lo cual dudo del origen de esa agua y más aún de ese aceite milagrero. Tras un minuto en silencio y viendo la escena, e la que el pequeño ya calmado por nuestra irrupción ya sólo lloraba de un modo normal, me dirijjí al responsable instándoles a recoger todo e irse, además de informarle que tendría su grupo ((Movimiento de Renovación Carismática) prohibidas sus actividades en la parroquia hasta nueva orden y advirtiéndole que lo que había hecho era, cuanto menos, una profanación del lugar, de la oración cristiana y de los signos sacramentales. En silencio recogieron todo y abandonaron el templo.
Que se puede esperar de un pais en el que la presunción de inocencia no existe y donde lo más fácil de este mundo es denunciar a alguien, aunque sea falsa y se amparen en el anonimato de una nota cuya autoría también es de dudosa veracidad.... el daño lo hacen a quien se ve acusado, situación de la que ha de buscar cómo salir. Un pais en el que la palabra es camaleónica y lo que hoy vale tres mañana te solicitan seis. Un pais en el que uno trabaja y ciento miran indolentes, desafiando conn su actitud al que pacientemente hace lo que debieran de aprender todos. Un pais en el que prestar un insignificante bolígrafo es sinónimo ya de perderle la pista. Una Iglesia en la que los que tienen que servir no se resignan a ello y se resisten haciéndose valer para que les sirvan. En definitiva, percibo aún algún que otro ramalazo tribal que no hará otra cosa si no ralentizarles en el desarrollo hacia la consecución de una sociedad en la que se normalizan las virtudes como garantía de la dignidad de sus ciudadanos. Aún hay demasiada tribu que iluminar, y eso tristemente no lo podrá cambiar Pepe.