viernes, 8 de noviembre de 2024

EL DOCTOR AMIGO

Hay quien llega a tu vida en la última hora, a pesar de que sabías de su existencia desde hacía tiempo, su nombre y cuatro generalidades más de su vida. El paso de conocido a amigo es un tránsito que a menudo viene dado por las circunstancias. Así me ha sucedido con el Dr. Diego, quien de serlo así primeramente ha devenido a ser sencillamente José Miguel. Desde hace muchos años era un rostro muy identificado a la obra científica de la Caja Rural de Zamora, y todo lo que ella gestionaba en torno a la salud y el saber de la medicina. Y es que José Miguel también era un sabio que había ido como pionero en su tiempo por numerosos lugares del mundo cultivándose y haciendo crecer en derredor suyo. Más allá de un rostro afable, agradable de trato, de profundas convicciones cristianas y de entraña intelectual, más allá de esto, apenas sabia más de él.

Como en tantas páginas del Evangelio, la ocasión llegó a nuestras vidas en un momento preciso y se produjo el encuentro. También como en tantas ocasiones de la vida de Jesús, mediada a través de un sincero amigo de ambos. El caso es que entré de puntillas en su vida en un momento delicado, el final de la vida de su querida esposa, Conchita. El acceso a este entorno vino primeramente de la mano de la ciencia. El Foro universitario que yo animaba en torno a la ciencia y la fe, las personalidades que en él colaboraban y sus aportaciones, la figura de Teilhard de Chardin,…. fueron los primeros compases de una amigable melodía que hoy ha escrito su nota final con su partida de entre nosotros. Todos estos temas despertaron el interés por conocernos más y mejor y a pesar de los escasos momentos en los que estuvimos juntos, la profundidad, la admiración y el cariño fueron aumentado de forma mutua. Los diálogos  con Conchita fueron intensos al punto de confiarme eso que no hacemos con cualquiera: los anhelos de su interioridad. Ella se iba y dejaba por un tiempo aquí a José Miguel, hasta que Dios quisiera y eso ha sido en la madrugada de hoy. Ese niño bueno y sabio que ella definía, hoy nos ha dejado y presentía yo así era cuando esta misma mañana celebraba en M'Bata la eucaristía  de las 06:00 y la ofrecía por él, sin saber con certeza de su estado. Providencialmente me han comunicado que esa fue precisamente la hora de su exitus. Dios sabe sugerir.

Estos pocos años que hemos estado entrañablemente cerca, he visto que al igual que hizo Conchita conmigo, él fue ganando mi confianza y sobre todo el afecto de su amistad. La misión en Centroafricana  le fascinaba al punto que en mis conversaciones telefónicas con él y en mi tiempo de vacaciones siempre era objeto de su atención: la etnia pigmea, la evangelización que se realiza en estas tierras pobres, olvidadas y abandonadas como ninguna, la presencia de la Iglesia, las personas de los misioneros, … todo era objeto de su preocupación y compromiso. Verle feliz y satisfecho junto a su buen amigo José, disfrutando de una mesa dispuesta en casa de la familia de ese rincón  luso afable, rodeados de una amplia naturaleza, han sido momentos donde ha palpitado, creo, muy especialmente su corazón de niño bueno y sabio, que admiraba el libro de la naturaleza como obra escrita por Dios para que leyéndola nosotros lleguemos a Él.

En todo momento, como buen médico que era, preocupado siempre por los demás, era capaz de remover Roma con Santiago hasta buscar la mejor ayuda y más adecuada que precisaba aquél que le habías confiado a un diagnóstico o a un tratamiento. Este generoso interés lo ejercía también hacia sí mismo, siendo consciente de su propio estado y alcance. Hace apenas una semana, así me lo decía por teléfono.

El caso es que José Miguel ya está con Conchita y de la mano del buen Dios, objeto de su actividad y complacencia. Para mí es duro despedir a distancia a los que me son cercanos y que inexorablemente nos va dejando. Él seguirá inspirándonos el hacer de Dios en torno nuestro, esto es, el ejercicio de la caridad como preámbulo del anuncio creíble de la buena noticia, algo que desde su encuentro con San Juan Pablo II había transformado sus corazones, sus vidas y sus sueños más allá incluso de sí mismos y de su paso entre nosotros. 

Sólo puedo dar gracias por que el conocimiento de Conchita y de José Miguel me ha llevado a una experiencia de amistad profunda, sincera y entrañable, al punto de ser él mismo ahora, quizá una parábola vital de lo que es en definitiva la fe: pasar del conocimiento a la experiencia que transforma y da sentido a nuestros pasos. En él se ha cumplido también lo que fueran postreros anhelos de Agustin, Ireneo, Anselmo, Galileo, Teilhard…. y de tantos buscadores de Dios: ”nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti” . Ya hoy, José Miguel ha dejado el tiempo y las inquietudes para abrazarse a la eternidad y al descanso. ¡Gracias Doctor, gracias amigo!.

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