jueves, 6 de febrero de 2025

SILENCIO, SE ESCUCHA!

Hoy me vais a perdonar un poco el paréntesis con esta entrada, pero tenía ganas de escribir sobre ello. Normalmente es más familiar y conocido el: "silencio, se rueda! antes de que la claqueta suene y marque el comienzo de la secuencia a grabar. Se me ha ocurrido esta imagen para escribir sobre algo que venia acariciando desde hace un tiempo: la conversación espiritual y con ello expresar mi fraterno cariño y reconocimiento a Teo, mi "condiscípulo", como dirían los curas mayores.  Hoy que de nuevo es noticia en redes a propósito de la cantidad de kilóemtros recorridos cada año, es el pretexto para  esta entrada. Desde que estoy aquí, una de las cosas más importantes que considero han sucedido, es el Sinodo y la impronta transmitida a nuestras iglesias particulares. Digamos que aquí, poco o casi nada, más allá de lo que estrictamente hay que organizar y visibilizar para aparentar. Aquí ha sido tema para muchos de slogans y palabras., pancartas y encuentros, pero nada de actitudes y menos aún acciones.  Para unos pocos la ocasión para ir a Roma. En estas latitudes, a pesar de haber pisado esta tierra, el papa Francisco, él no es más de lo que representa y cuenta con no pocos cuestionamientos, baste recordar al respecto el eco de Fiducia supplicans que el año pasado por estas fechas catalizó un "no" unánime y vergonzoso. No quiero volver a escribir sobre ello y lo que significa en esta Iglesia africana tan de san Juan Pablo II. Hoy de lo que quiero escribir es de la escucha espiritual, este modo de acoger la acción del Espíritu en cada bautizado y en la Iglesia por extensión.

Es cosa que ya sabíamos cuando en teología nos explicaron aquello del Depositum fidei, Sensus fidei et Sensus fidelium. Lo que hemos ido descubriendo después, es que estas dinámicas no se ciernen sólo sobre el pasado, si no que están llamadas a hacerlo hacia el futuro mediante un discernimiento proactivo e interactivo, comprometido con la realidad del hoy que es llamada siempre al mañana. Es un modo de caminar (sinodo) de la iglesia y de todo cristiano en la historia. Hay quien toda esta dinámica la puede maltratar e interpretar sólo como el desembarco de la democratización en el seno de la Iglesia y la apuesta por el consenso. Sin duda quienes así reduzcan esta riqueza, no entienden a fondo lo que es la Iglesia. No es incorporación a la vida eclesial de los logros de la sociedad después de la ilustración, cuanto metodología de siempre para buscar la voluntad de Dios. Es algo así como ponernos todos en modo escucha, acogernos en nuestros plurales planteamientos, dejarnos tocar por los argumentos del otro y por supuesto encontrar la clave en la que se escriben éstas nuestras humanas conversaciones y melodías, que no es otra si no la clave de SI, esto es, la del Espíritu. A Él es a quien hay que aprender a escuchar.

Diréis que qué tiene que ver esto con la misión. Pues creo que mucho. Nos pone a todos, especialmente responsables de catequesis, consagrados  y ministros todos, en una atmósfera diferente, la de la comunión, la confianza, la lealtad, una atmósfera pobre también en estas iglesias africanas, prueba de ellos son las largas predicaciones hechas con vehemencia por no pocos pastores, peroratas henchidas de pretensión de verdad absoluta. Una praxis que destaca con esta propuesta que quedará tristemente en negro sobre blanco de tantos libros, apenas abiertos y menos aún leídos. Las pobrezas también son las que reducen la misión en nuestras sociedades desarrolladas a unas pocas campañas y colectas al año. Peor aún cuando pensamos que sólo es cosa de los misioneros/as. olvidándonos que es sobre todo una actitud de iglesia, un compromiso, una escucha permanente, una invitación a salir y anunciar, a vivir y compartir.

Esta escucha nos interpela a todos los que hacemos de la Palabra nuestra vida y ministerio, en sus diversos grados. Descubrimos nuestras limitaciones. Nos falta empatía en la escucha y en la misma palabra. No tenemos cercanía mediante la que acoger benévolamente, sin juzgar a quien escuchamos o a quien hablamos. Cuando escuchamos hemos de sólo escuchar. Recordad lo que os conté de la confesión de Alma. Se sintió perdonada porque se supo escuchada.  Hemos de dejar a un lado nuestros prejuicios, filtros ideológicos y escuchar despojadamente. No hemos de juzgar en la escucha, al contrario, dejarnos que sea ella y se exprese libre y sinceramente. Pero no, por lo general escuchamos de otro modo más blindado, más ideológico, más jerárquica, como maestros que escuchan a discípulos y nos olvidamos que la escucha ha de ser una acción vulnerable, esto es, de conmovernos y afectarnos en lo profundo de nuestro ser por la vida hecha palabras de quien nos habla. Escuchar como Jesús, no como Pilato. Escuchar no para responder, si no sólo para acoger y discernir después.Y esto nos indica un camino de conversión profunda en nuestro modo y disposición de hacer las cosas. No hay experiencia peor que no sentirse, al menos, escuchado.

La vida, el otro,  han de convertirse en escuela permanente del Espíritu y nos han de meter en la dinámica de lo que significa en verdad seguir a Jesús y sobre todo, negarse a uno mismo (Mt 16,21) que es un poco lo que he descrito antes. Hemos de vencer no pocas tentaciones. Abandonar  por un instante nuestro rol en la comunidad, a menudo en superioridad jerárquica y/o teológica, vencer nuestro amor propio, nuestras adquiridas certezas a precio de acepción de personas y preferencias. Todo esto nos aleja de la limpieza de corazón, como condición para ver a Dios. nos aleja de los pecadores, pobres y sencillos a quienes se revela el mismo Dios como a sus predilectos. 

Cuando supe que en la última sesión sinodal iba Teo, me alegré enormemente, porque albergaba la esperanza de que su estilo fuera también escuchado, porque si algo tiene nuestra Iglesia es que su riqueza está en la comunión de su pluralidad. Él seguro sí escuchó, como lo hace a diario en su vida de cura rural, y esta escucha no es predicar ni  tampoco adoctrinar cuanto  favorecer una amistad espiritual que acoge y comprende a todos como parte de la familia en la que Jesús es el centro.El caso es que ya no se habla casi del sinodo, ahora estamos en "modo jubilar".  Quiero pensar que estamos en los momentos, esos previos en los que el silencio es sólo el requisito para la acción, no de una película, si no de la vida misma de la Iglesia, esto es: la escucha.

1 comentario:

  1. Qué bien sabes definir, desde la experiencia, la escucha. Árdua, pero gratificante misión a la que me entrego unas horas cada mañana del lunes. Con tu texto, que te sale del alma, me he visto reconfortada, sabiendo que me tengo que aplicar, cada vez más, a esta tarea tan necesaria con nuestros congéneres.

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