Muchos de vosotros en algún momento me habéis preguntado qué hacemos un día normal, una jornada típica. Entiendo por tal los días que permanecemos en la misión. Pues bien, aquí la luz va de 05:00 a 17:00, así que os podéis imaginar que a eso de las 05:15, uno encara el día con una ducha (no hay agua caliente) y a las 5:45 dan comienzo los laudes en la iglesia, con asistencia de las hermanas y un grupo de laicos, para en torno a las 06:00 celebrar la Eucaristía. Lo viernes tras ella hay un buen tiempo para celebrar la reconciliación. Cada cristiano porta su carnet de bautismo donde está consignada su vida sacramental, bautismo, confirmación, matrimonio, confesiones, así como si ha cumplido con la corresponsabilidad de bienes. Tras recibir la absolución, todos te extienden el carnet para que actualices aquello que debes. Tras la Eucaristía siempre hay alguna visita, pero lo general es preparar el desayuno, aque aquí aprendes a realizar con calma, no sólo por que está considerado muy importante, si no porque incluso puede swer la única ingesta hasta la noche, depende como venga el día. Suelo invitar a algún colaborador a hacerlo con nosotros y os puedo asegurar que comen como si no hubiera mañana.
Una vez cumplido con el reloj corporal, subir a la habitación, arreglarla, asearse y en mi caso cada día, realizar la colada que ya el día anterior he dejado a remojo con jabón. Cada día, desde que estoy aquí, lavo y tiendo mi ropa como una exigencia y pequeño gesto de servicio. Y comienzo a trabajar en papeles, programaciones de capillas, semanas, encuentros, actividades, etc. Siempre la mañana es interrumpida en varias ocasiones a propósito de gente que viene a verte. No esá bien no atenderlos cuando para ellos es un gran esfuerzo, sobre todo cuando vienen de otras capillas y poblados. Casi siempre vienen a los mismo, antes o después acaban pidiéndote ayuda económica. La verdad es que la situación es de pobreza absoluta para muchos y o bien alimentos, bien medicamentos, bien la moto de su transporte, ayudas para sus viviendas o escuelas de sus niños, siempre demandan algo. Por las gafas también piden y cuando les facilitamos unas hacemos la prueba de la lectura... vamos ensayando, cambiando dioptrias hasta que al final damos, si hay suerte, con la que quizá mejor le pueda venir bien. Todo lleva su recibo, nada se da de palabra, También es el momento de darles la pauta de trabajo a los empleados de la misión, jardín, mantenimiento, cocina. Así pasa la mañana, trabajando en unas cosas y en otras. Normalmente a eso de las 12:15 es la hora de la comida y después, debido al calor, un tiempo para el descanso. A las 15:00 clase de sango hasta las 16:30. Un buen espacio para preparar las lecturas y breves homilias que ofrecer cada mañana, frente a la costumbre del lugar de ponerse a hablar y hablar sin haber preparado nada.
Por las tardes siempre hay algún grupo reunido, momento que se aprovecha para visitarlos y tomar el pulso de cada una de las realidades. Los miércoles lo dedicamos a las visitas de enfermos a sus casas y a patearte los barrios, despertando siempre la curiosidad de niños y vecinos. Las tardes de los jueves tenemos adoración, un tiempo de silencio y para dejarnos mirar por Él. Siempre ha sido un momento privilegiado de calma y abandono, también aquí. A las 18:00 hay una invitación al silencio en la concesión y a las 18:30 las vísperas, de tal modo que acabadas se sucede la cena. Lo mismo que se saca para comer, se pone ahora en la mesa, se trata de terminar con lo preparado para el día. Gracias al frigo, la semana después de mis visitas a Bangui puede haber algún yogurt o algun trozo de queso que permita hacer un poco diferente este momento al caer la noche. Y después, retirarse a la habitación para a eso de no más tarde las 21:00 confiarnos al sueño. Lógicamente esta jornada-tipo, los días que salimos a poblados se ve alterada, comemos (si comemos) de pic-nic o en la comunidad correspondiente, para regresar por la tarde y cansados, agradecer más que el alimento, el agua relajante y reparadora de la ducha.
Así se pasan lo días, éstos en las semanas y las semanas en los meses, logrando que por la cantidad de variantes que se dan, estemos siempre libres de la rutina. Estas son las pequeñas cosas que forman parte de la vida de un misionero, al menos por aquí y a diario sólo irrumpidas por un viaje a la capital, un curso o un encuentro en M'Baiïki. Vidas muy normales en las que acompañamos a estas gentes en el aquí de estos territorios.
Día lleno. Dando importancia a lo importante, dejándose bendecir por El y derramando su amor a los que os rodean o con quien os tropezáis. Un abrazo y muchas gracias.
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