Llegamos a Mongo, una aldea muy pobre en sus construcciones en las que descuellan las ruinas coloniales de hangares y almacenes. El catequista de la comunidad me conoce y se ofrece a acompañarnos, explicándonos lo que él sabe al respecto, que es algo aproximado a lo que fue en realidad. La vía y raíles ya no existen, sólo los vestigios de alguna pieza en vetusto cemento que alineada con otra y otra, señalan una línea imaginaria sobre la que un día estuvo el tendido férreo. Durante el paseo hemos ido saludando a la gente, por cierto muy amable, que nos cuentan cómo con las crecidas del Oubangui el pueblo queda anegado. En esto, un enjambre de niños, cada vez mayor, se van reuniendo en torno a Pepe, quien juega con ellos y ellos le arropan como una piña. Es increíble el imán de su carácter niñero. Es de señalar que no sabe sango y el francés.... Entramos en la capilla, decorada cual una buena catequesis con los acontecimientos fundamentales de la historia de la salvación. Ya dentro, se divisa en medio de una nube de cabecitas inquietas y presurosas, la de Pepe quien simplemente sonriéndoles les cautiva. Tiene ya incondicionales hasta que monte de nuevo en el coche. Una foto junto al campanario, foto en la que él se preocupa de colocar a todos y aupar a los más pequeños, pone broche final a esta visita.
Durante el regreso hablamos de la infancia y juventud de este pais, de sus posibilidades tan desaprovechadas. Al llegar a Safa Tabarés, los cinco o seis trailers que por la mañana nos encontramos por la carretera antes del embarcadero de Mongoumba, aparecen parados en fila a cuenta de que el primero de ellos ha dejado un eje en un vache. Sorteando cada uno, y entrando por medio del poblado, zigzageando las chozas, logramos salir del kodro y retomar viaje de nuevo con la idea de parar en Mokinda para recoger la carga de piedras que nos quedan para terminar los apenas dos metros de muro. Nos estaban esperando porque esta mañana nos vieron pasar de largo. Rápidamente y en torno a un montón de piedras rojas volcánicas apiladas, comienzan a cargarlas un grupo de jóvenes. Aprovecho mientras a hablar con el catequista y una vez cargado el pedido, continuamos ya para Mbata.
De esta jornada queda en la retina de la memoria todo lo que se refiere a este hombre y su particular atracción por iluminar todo lo humano, al punto de si los Grimm hubieran compartido esta jornada con nosotros, le habrían dado la flauta encantadora a él. El caso es que él, no la necesita, Mongo ha sido testigo de lo que un día vivió, aunque fuera sólo en fantasía, la infancia de Hammelin. La próxima semana ya será de nuevo un urbanita europeo, y recordará las grandezas y miserias del corazón de áfrica y los nombres de Everardo, Gabriel, Antonio, Víctor, Juanjo, Jesús,....de todos y cada uno de quienes cada día trabajamos por aquí para lograr un pequeño cambio que transforme sus vidas y mejore su futuro. Pepe ha venido a dar luz y como toda buena historia, la suya aqui, "to be continued....".
Enhorabuena Pepe, por haber llegado a la esencia del ser de esos pequeños, con tu actitud y con tus señas que te identifican: la generosidad y la alegría.
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