jueves, 20 de junio de 2024

LA CONCESIÓN

 Nunca se me pasó por la cabeza crear una pequeña granja y mira por dónde, la misión, como un efecto colateral, te hace (si quieres) tener una pequeña cabaña  de animales domésticos. Todo empieza en los ofertorios de las capillas. Siempre hay algún pollo, algún gallo o gallina, algún pato, alguna oveja o cabra. Y llegas a casa y ¿qué haces?, Pues soltarlos en el recinto y criarlos. Las gallinas primeras, después los gallos y hete aquí que poco a poco las ves rodeadas de polluelos de los que prosperan algunos. Y vienes con más gallinas  y la granja va creciendo poco a poco. De cuando en vez alguno lo ves en el jardín y después en el plato, como ha sido el caso de hoy. Le di los días al salir de misa y después nos vimos en la mesa, aunque él llevó la peor parte. Lo mismo ocurre con las cabras. Tres de ofertorio y otras tres que le compré a una señora que me lo pidió para sacar un dinero que necesitaba. Le pagué lo que me pidió, sin regateo alguno, cien mil francos ((152€) y ahí están, aunque me dieron lo suyo las primeras semanas que se escapaban cada dos por tres, aunque encontrarlas era fácil. Un poco cansado de oír los balidos fuera del redil, mi espíritu scout les levantó una pequeña empalizada por encima del muro. Fue lo suficiente como para que ya no saltaran. La verdad que puedo decir que ya so de casa. Al caer la tarde se las suelta por la concesión, y así patos, gallinas con sus polluelos, gallos, cabras y ovejas, pastan a sus anchas sin saber muy bien qué futuro les puede esperar.

Hoy he estado podando una gran palmera con Enmanuel, un joven aka, experto como nadie y como todos los de su etnia en todo lo que tiene que ver con los árboles. Ello ha permitido que al presbiterio, oscuro de por sí, le entre algo más de luz. Su destreza con el machete es envidiable en sus golpes y tajos pero más envidiable aún es su movilidad por el tronco y ramas. Me ha pedido que lo emplee y hoy ha compaginado sus cualidades forestales con el iniciarse a la pintura ayudando a Olivier en el edificio que estamos rehabilitando y que aún no se muy bien para que lo destinaremos. Ellos lo conocen como la Biblioteca del padre Natal, un italiano que se dejó literalmente aquí su vida, puesto que murió aquí, y dejó honda huella en la población. Biblioteca que nunca ha tenido un solo libro, quizá el desafortunado misionero antecesor mío, soñó con hacer algo en este sentido.

Ya sabéis de la obra del muro, que va poco a poco perfilando su recorrido, de momento a nivel de fundación. Por nuestra parte estamos pintando las salas de catequesis, que falta tenían, y de esta manera además de embellecer un poco la concesión, al menos higienizamos también algo nuestras instalaciones. Como salas sobran, dedicaremos dos a dormitorios con camas literas que ya están haciendo en Mbaïki. Ya las dedica a ello cuando hay reuniones de catequistas o consejos o de movimientos. La diferencia es que hasta la fecha duermen como acostumbran por aquí, encima de una simple esterilla sobre el suelo. De igual manera el uso del agua en un grifo maltrecho que hay que buscar en una pared del depósito, habrá que sacar esa toma y hacer una fuente amplia y limpia donde recoger agua sea también una tarea digna. Lo mismo diré a propósito de unos baños.

Pero quizá lo que más me anima a hacer es también la dignificación de dos casitas típicas, en madera, en la que viven ocho chavales aka que tenemos con mucho trabajo escolarizados. Son casas con un cierto aire colonial, nada que ver con las de los colonos del momento, pero de ese estilo. Las maderas finas y pulidas, pintadas en colores alegres y vivos, con escaleras y elaborados veladores con celosía de los primeros destacan estas hechas simplemente de tablón recio y duro, clavado a una estructura también de madera a modo de escamas, pero que el paso del tiempo ha ido haciendo más grande la brecha entre tabla y tabla, entrando por ahí de todo y dando la impresión de un gran buzón de correos. Habrá que remozar el tablado y ajustarlo de modo que las casitas resulten para ellos confortables y habitables. No podemos hacer mucho porque a la mínima, cuando perciben demasiado progreso, se van y regresan con gusto a sus cabañas de ramajes en la selva. La verdad que hay que tener cuidado en respetarles sus formas de vida, aunque estamos llamados a hacerlo en aras de todo lo que facilite la dignidad de la persona.

Quizá la concesión quedaría perfecta haciendo un pequeño taller donde guardar la maquinaria elemental y herramientas necesarias, en lo que ahora simplemente es el cobijo a dos aguas que otorga un techo de chapas a un oxidado contenedor que, cual gran caja de caudales, atesora aquello que se considera preciado como son las palas, picos, rastrillos, paletas, unos encerados y diversos sacos de cemento.

Obras son amores y la verdad que aquí mires por dónde mires hay siempre algo que hacer. No obstante hay que ir poco a poco. Una de las cosas que más me cuesta que entiendan es la constancia, esto es, que lo que empiecen lo terminen porque se cansan con la misma facilidad que se emocionan con la novedad.  Hoy ya les dije, ultimando unas cosas de la “biblioteca”, que yo no soy patrón ni capataz. Yo sólo soy responsable. ¿Me habrán entendido?


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