domingo, 12 de mayo de 2024

LAUDATO NO, NEC DEUM

Ya se que es un título muy feo, pero me la he jugado por lo impactante y por que da en el centro de la diana de lo que quiero compartir. Hoy toca pensar, si cabe un poco más y quizá sea la entrada más larga de todo el blog. En estas latitudes, como en casi el resto del continente no alabamos a Dios con nuestro comportamiento social y medioambiental! Por lo general los pobres siguen siendo los más perjudicados de esta irresponsabilidad planetaria. Es así de simple. A pesar de tanta cumbre, tanto encuentro internacional, tanta propaganda y tanto Objetivo para el Desarrollo… al final todo queda en nada o apenas en nada. La tarea misionera lleva consigo el desarrollo integral de la persona y por tanto el anuncio misionero sirve de altavoz de la situación en la que viven estos pueblos que se encuentran a la zaga del desarrollo. Un Edén que se está quedando sin árboles a grandes pasos, porque hemos comido del fruto que ha enturbiado nuestro entendimiento, y nos ha hecho reos de un comercio,  especulación y economía, desprovistos de humanidad. 

Este país cuenta con 23 millones de hectáreas de bosques que cubren el 37% de su territorio, incluidos 5.4 millones de hectáreas de selva tropical densa. La explotación maderera representa el 2.7% del producto interior bruto (PIB) en 2020 y el 13% de los ingresos de exportación de la RCA en 2016. Negocio que en su día financió la guerra de 2013 y sigue haciéndolo de forma velada en beneficio de grupos milicianos extranjeros que todos conocemos.

Cada noche circulan por nuestras rutas en RCA, convoyes  de grandes camiones cargados de enormes árboles, talados y sellados, esto es, autorizados. Por el día lo hacen igual pero con árboles, “menos enormes”. El control de las barreras en nuestras rutas tenía la función de controlar el volumen de esta actividad. Ahora sólo sirve para sangrarnos poco a poco a algunos  especialmente, con una tasa de circulación aplicada de modo caprichoso y aleatorio. 

Esta parte del planeta de selva tropical es la llamada “cuenca de El Congo en África”, que engloba a Camerún, la República Centroafricana, la República de El Congo (Brazzaville), Guinea ecuatorial, Gabón y la República Democrática del Congo (RDC). La deforestación en estos últimos 20 años  (2001-2021) ha aumentado un 71%, afectando considerablemente a la biodiversidad, amenazando a grupos humanos que viven aún como naturales recolectores (Aka o pigmeos por ejemplo) y favoreciendo grandemente al nefasto cambio climático, del que ya hay también indicios serios por aquí.

Esta cuenca del Congo es el segundo bosque tropical más grande del mundo, después del Amazonas, con una superficie de 180 millones de hectáreas y tiene la mayor capacidad de absorción de carbono del planeta –más que el mismo Amazonas–, además de ser una gran reserva de biodiversidad del planeta tierra, ya que una de cada cinco especies del mundo se encuentran aquí. Dos tercios del territorio de esta cuenca se encuentra en la RDC, un país tan grande como toda Europa occidental. Numerosas instituciones de diferente tipo e ideario confirman que se han incumplido las metas medioambientales que buscaban detener la pérdida de vegetación. 

Las causas de esta gran deforestación no planificada son de carácter económico, comercial e industrial. La creciente actividad de la minería, (oro y diamantes sobre todo) así como la propia madera y su tala incontrolada, la destrucción tradicional (e incontrolada también -feux des brousses-), o las pretensiones quiméricas de una agricultura comercial, suponen las mayores amenazas para los bosques remotos e intactos, que nunca han sido explotados por el hombre, con el  importante potencial de secuestro planetario de oxígeno amén de la amenaza a no pocas poblaciones humanas.

Y aquí empezamos con las cifras incapaces de comprender más allá de estar sobre el papel. En 2021 los trópicos perdieron 11,1  millones de hectáreas de cobertura arbórea. Las 3,75  millones de hectáreas perdidas en bosques tropicales primarios –áreas de importancia clave para el almacenamiento de oxígeno y la biodiversidad–. Ello generó 2,5 de emisiones de dióxido de carbono, lo que equivale a la emisión anual de la India a partir de combustibles fósiles. Datos muy preocupantes.

Pese a que la población mundial, todos, somos conscientes de que los árboles son los mejores aliados contra el cambio climático al reducir la contaminación, la tala incontrolada sigue en todo el mundo y especialmente aquí en África de modo impune. Los países que más cortan árboles parecen no tener nada planeado, a pesar de que se escuden en informes e informes que justifiquen lo contrario.

El país lucha por recuperarse de dos décadas de conflicto intermitente. A pesar de la firma en febrero de 2019 del Acuerdo Político para la Paz y la Reconciliación entre el gobierno y 14 grupos armados, el Estado solo es capaz de controlar de forma efectiva más que entre el 20 y el 40% del territorio nacional. El resto está bajo el control de facciones armadas rivales, grupos mercenarios y fuerzas militares extranjeras. Somos el país del mundo que más presencia de cascos azules tiene. La inestabilidad sociopolítica, la debilidad y fragmentación de las instituciones estatales en un país sin salida al mar del territorio dificultan seriamente su desarrollo. Un país sin vías de comunicación medianamente decentes. 

El país ocupa el penúltimo lugar en el Índice de Desarrollo Humano (188/189). La desnutrición crónica afecta al 40% de los centroafricanos y los índices de escolarización son insultantes (30%).  La crisis de seguridad de 2012-2013 provocó movimientos masivos de población.  Estimaciones de 2022 establecen que más de 1.3 millones de ciudadanos centroafricanos están refugiados en países vecinos o son desplazados internos.

Y todo esto… ¿tiene que ver algo con el quehacer de la tarea misionera? ¡Pue claro que sí! El Papa Francisco nos ha ido introduciendo en una sensibilidad medioambiental, social y política de la fe. Sus últimas encíclicas abordan grandemente ésta, que debe ser una preocupación y una responsabilidad de todos. Laudato Si (2015), Fratelli Tutti (2020) y Laudate Deum (2023), son constantes invitaciones al compromiso por el respeto del entorno natural y humano en todas sus dimensiones. La iglesia a través de los misioneros, laicos, consagrados y sacerdotes, está presente en muchos de los lugares más difíciles, amenazados y explotados del planeta, ofreciendo lo que llevamos con nosotros (Act 3, 1-10), esto es, la capacidad que nos otorga la fe para sobreponernos y superar nuestras limitaciones. Planeta tierra y gentes, van de la mano y lo que es bueno para la madre lo es también para sus hijos. Creación y humanidad somos un tándem concitado por el Padre Dios en este punto del universo y el destino de ambos es un horizonte compartido de plenitud y realización, pero nunca de explotación y destrucción. 

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