Mama Rosalie es de Bouchia. Una mujer mayor. Aquí eso es sobre unos sesenta años. Una persona muy cercana a la parroquia y a la persona de los curas. Siempre tiene algún detalle, algún pequeño donativo que ofrecerte en medio de sus escasos recursos. Ha venido con motivo de la renovación de cargos de un movimiento al que pertenece. Me dice se siente mal, tienen dolor de estómago. La invito a casa, le hago infusión y preparo paracetamol. La solución al problema de salud es inversamente proporcional a cómo lo trataríamos nosotros. Una pesadez de estómago la resolvemos con algo de ayuno e ingestas ligeras. Aquí me he dado cuenta que esa pesadez no existe, es todo fruto de lo contrario. Mamá Rosalie ha tomado la manzanilla, la sopa que le preparé (y me quedó por cierto muy buena), mandioca, algo de coco (una especie de verduras a modo de espinacas), pescado y unos trozos de una carne seca que yo aún no he podido comer dado su olor y fortísimo sabor. Terminó la faena con un yogurt, dos plátanos y dos rodajas de piña. Amén del paracetamol en cuestión. Por la mañana se sienta a la mesa del desayuno con nosotros, agradecida porque ha dormido genial, y se lo atribuye al comprimido. Estos dos días la tendremos, y no me importa en absoluto, abonada a ser comensal de primera.
El día promete, promete con no aburrirnos. Es el Día Internacional de África y nosotros lo celebraremos apoyando y visibilizando a la población pigmea, los Aka. Con ellos hemos confeccionado un programa sencillo, pero en el que puedan hacer valer sus pretensiones y manifestar sus problemas ante la sociedad y las autoridades. Han venido unos cuarenta de diversos poblados. Mokawa, Nzondo Walongou,… incluso del otro lado del río, han venido en piragua desde Munzu-Gonda y Karawa. Les hemos ofrecido cobijo y desayuno, hay también alguna mamá con lactante. Con sus cánticos concitan a la población y comienza la marcha hasta la Mairie. Al salir, un camión volquete se dirige a la misión, ya sabéis, las piedras de Mokinda gracias al compromiso de la Industria de Batalimó. Atiendo al chófer y descarga. Cuando voy a salir, una mujer a la puerta lleva a vender al mercado panes dulces. Le compro cuatro hogazas y ya me encamino a retomar la comitiva.
Nos esperan sentados en el atrio los “akota zo”, esto es los “grandes hombres”. El de M´bata y los cuatro jefes de quartier, así como el comandante de la Gendarmería. Llegamos entre palmas y cantos tras una sencilla pancarta identificativa que hemos preparado a última hora. Tras una breve acogida y presentación, nos sentamos. Mario esboza el trabajo hecho de las vistas realizadas a los poblados que sólo en la parroquia son en número de cuarenta y el censo que estamos realizando ya está cerca de los dos mil. Tras él, Ludovic el líder aka de Karawa y Emmanuel, líder en Mokawa, exponen, muy bien por cierto, las dificultades que encuentran para el agua potable, la sanidad, la escuela y ese abuso laboral de otras etnias a la hora de utilizarlos para la recolección de coco o makongo, productos apreciados y de fácil venta en el mercado que a ellos les imponen precio de compra. Es un abuso, dicen, de los “Bilo”, esto es de los que no son aka. porque ellos son personas igual que otras, ciudadanos igual que todos y por tanto merecen un respeto. No se pueden confabular todos contra ellos y determinarles los precios al punto de no encontrar alternativa más favorable a sus trabajos de recolección que asumir aquellos dictados por los intereses de quienes les pagan y copan el comercio.
El Kota zo de M´bata toma la palabra y agradece el acto, agradece el trabajo hecho por la comisión aka de la parroquia y desgrana algunos puntos de lo dicho ante él y que como buen político sabe aprovechar para apenas decir nada nuevo y serle todo de muy alto interés. Bien es verdad ha quedado muy impresionado con el mapa que hemos confeccionado de, junto a los poblados oficiales, ubicar los campamentos aka. Tras estos discursos, unos más reivindicativos, otros más correctos y placebos, terminamos el acto con una canción y una foto de familia. He de decir que mientras todo esto se desarrollaba, envié a la Misión en la moto a Romaric y Ben para que tomaran dos tortas de ese pan dulce y tres botellas de refresco. Con ello hemos agradecido a las autoridades, compartiéndolo con ellos en un momento final muy agradable. El gesto les ha gustado y lo han valorado por su parte de igual modo.
Ya en la misión, el encuentro continúa con ellos y sus líderes hablando más en concreto de sus problemas. He de decir que entre esta población no llega a un 3% aquellos que son católicos. La inmensa mayoría son creyentes pero no saben de qué iglesia, puesto que sus ideas ancestrales perviven con mucha fuerza, ideas religiosas por otro lado, muy elementales y nada complicadas. De este modo, esta jornada termina con el bullicio de tener a cerca de doscientas personas alojadas en salas parroquiales y a la intemperie, personas que pertenecen a diversos movimientos y mañana domingo culminan su encuentro. El esfuerzo que hacen es enorme, no ya ante las condiciones que aquí encuentran si no porque la mayoría han venido andando, haciendo una media de cuarenta kilómetros. Gestas que para nosotros, hijos de progreso y comodidad, son simplemente difíciles de pensar e imposibles de llevar a cabo. Pero África camina, y camina mucho…
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