Este tiempo está marcado por la vuelta al cole y también en este aspecto, aquí es antípoda a lo que todos conocemos. Manuel, ese joven aka que durante unos meses trabajó en la recuperación de pinturas y barnices del edificio que llaman del Padre Natale, es hermano de Andrés. Andrés era el único joven aka que cursó y terminó el Instituto Pedagógico de la diócesis, y este año se estrenará como enseñante (de poco, pero si lo hace bien será de mucho) en alguna escuelita parroquial de su parroquia de Mongoumba. Este tiempo que estuvo por aquí, fue receptivo a mi consejo de que este año retomara la escuela, viviera en la casita que vamos a arreglar para ellos (los aka) y así vamos dando pasitos hacia su escolarización. El pasado sábado se presentó aquí para ello. Hizo caminando 25 kilómetros y los últimos hasta aquí, desde Batalimó (unos 15 kms) los hizo en taxi-moto.
Ayer lunes, se le formalizó su escolarización en el escuela nacional de chicos, en Mbata, y junto al recibo de lo que pagamos por ello (8.000 Fcfa = 12€) venía una escueta nota de su necesario utillaje escolar, a saber: Ocho cuadernos, un lapicero y goma de borrar, una experimentada ya regla de madera, un corrector y dos bolígrafos, uno rojo y otro azul. Le preparé su plumier con unas bolsas, a modo de neceser, que me regaló Micaela de publicidad farmacéutica. Además le incluí un sacapuntas y una docena de pinturas de colores. Le indiqué tuviera cuidado de su material que le ha de acompañar este curso. Su rostro manifestaba su alegría, nunca antes había tenido una lapicera escolar. Era para él mejor regalo. Cuando marchaba al colegio, brincando jovialmente, pensaba yo en el comienzo escolar de tantos niños, atiborrados de recursos a su espalda y siendo todo ello una inversión considerable de sus papás. Aquí lo mínimo e indispensable, porque también será así lo que aprendan dado que quienes les enseñan cuentan casi con el mismo haber. Un país lleno de niños y jóvenes donde sólo acceden a la escuela el 12% de ellas y el 18% de ellos. Un país que no podrá esperar mucho futuro con esta herida profunda en el seno de su sociedad. Una educación que se centra fundamentalmente en la alfabetización y que carece de músculo estructural, porque desde el punto de vista gubernamental no es prioridad.
Una pena descubrir tantos embarazos prontos que truncan las vidas de tantas niñas, de ahí que nuestro internado parroquial de Santa Mónica resulte una apuesta muy importante. Una pena tanto absentismo de maestros, tanta burocracia inútil en la que se ven inmersos y tanta palabrería vacía. Una pena sus métodos, donde no se excluyen todas esas prácticas de la mala educación, con castigos morales de ridiculización en clase y castigos físicos, con una amplia gama de matices, pero violencia a la sazón. Una pena que las autoridades pongan tantas trabas a la ECAC, la red de escuelas de la Iglesia, cuando es la única que funciona un poco como debe ser, un poco… El verano pasado han estado preocupados ante la normativa que parecía cernirse de obligar a los alumnos a un uniforme, por cierto muy al estilo chino. Una estupidez que limitaría aún más el acceso de no pocos críos a la escuela, en tanto de que no pueden sus familias asumir el gasto de semejantes indumentarias. En Angola era una sencilla batina blanca para todos y todos la portaban incólume e inmaculada en sus carteras.
Aquí todo parece no favorecer en nada al desarrollo de la cultura y los niños campan, mientras tanto, a sus anchas, merced la irresponsabilidad de los mayores, familias y autoridades. El pasado día en Bokanga, el catequista hizo al final de la Misa, un encendido discurso a propósito de cómo las familias católicas han de tomarse en serio la escuela de sus hijos. Ojalá todos los esfuerzo sumen y así IPPF, ECAC, catequistas y familias ayuden a salir de este pozo sin fondo a esta sociedad que se ceba en especial con los más jóvenes, siendo de ellos el futuro.
Hoy Manuel, ajeno a toda esta reflexión ha ido a la escuela, feliz y contento porque apenas cuatro cosas le han sido necesarias para ello. Las más importantes han sido su determinación y voluntad y ambas no caben en su estuche. Seguro pintará su vida con color esperanza. Esta noche le preguntaré, qué tal le ha ido, qué ha aprendido y también, qué le falta ya de su improvisada mochila.
Con cosas sencillas se comienza. Ojalá el Señor ayude y proteja estas iniciativas. Un abrazo fraternal.
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