Empezábamos bajo el recuerdo de Pablo VI, un papa pastor de verdad, que supo llevar adelante el legado de Juan XXIII, abriendo las ventanas de la Iglesia al mundo para, entre otras cosas, recordaros que respiramos el mismo cielo y pisamos la misma tierra. Fue un capricho el participar en Roma aquel domingo 14 de octubre de 2018 en su canonización, pero eran varios los motivos para estar allí ese día grande, el primero de ellos era la también canonización de Monseñor Romero, uno de mis pocos satos particulares. El caso es que la mañana se despertó con mucho agua. Sor Nelly, de las Dominicas Misioneras de África me acompañaba. La carretera nada buena, de un modo particular el tramo después de Bouchia, donde el coche nos llevó poco a poco y de un modo muy suave hacia la cuneta, desde donde el sistema 4x4 nos sacó serpenteando entre el bodón pero sin problema. Ella, jovencilla, estaba un poco asustada, su silencio la delataba. Una vez retomado el camino, volvió a su estado normal de conversación y risas.
La capilla estaba en Ndongo-Boyoba estaba en solitario y nosotros allí con puntualidad europea, a pesar del camino. El Obispo, a pesar de estar más cerca el poblado de M´baiki que de M’bata, no había llegado aún, lo haría una hora y media después. Poco a poco, al percatarse de nuestra presencia, se fueron acercando, primero los jóvenes, después ya todos. Unos juegos con ellos me permitieron que el tiempo de espera se hiciera, si no más breve, al menos más ameno. Pensaba yo mientras, que de nada sirve a veces realizar grandes esfuerzos, como los que habíamos hecho para estar a la hora, cuando habría más bien que priorizar conforme en este caso, ante la imposición climatológica. Una Eucaristía animada y participada, daba paso a una asamblea abierta, propia de la visita pastoral, donde se evocan los problemas, logros, preocupaciones y posibilidades. Un esquema que se iría repitiendo comunidad tras comunidad estos días, en Molangué I, Bangui-Bouchia, Bokanga y la misma M’bata. Unos días marcados por el protagonismo de las comunidades y su ejercicio de expresarse e libertad ante el pastor de la Iglesia, que escucha, alienta, corrige y sueña. Han sido días en los que se han podido encontrar cada uno de los cuatro sectores pastorales de la parroquia con el pastor. Tres noches acurrucados al abrigo de unas sencillas y pobres construcciones, en las que el calor y los insectos, la incomodidad del aseo personal han sido las constantes. Un poco al estilo campamento, donde aquí la diferencia es que esto es verdad y para cada día. El desayuno, la comida y la cena a merced de cada una de las comunidades.
Quizá de todas las celebraciones la más hermosa resultó ser la de Bokanga, el día de la Visitación. La homilía se tornó poco a poco en un canto compartido, un magnificat coral y vital sostenido por sus voces, destacando la alegría de María al saberse llena de Dios y serlo para todos, un himno comprometido que la hizo salir de sí y con aire trotón apresurarse al servicio y la ayuda. Una reivindicación del estilo de Dios que con su inmediatez y cercanía, invierte las lógicas humanas. El poder se manifiesta así, la autoridad también. De veras resultó un magníficat precioso donde la creatividad y poética de María o podría haber encontrado mejor eco que en el de esta asamblea, que al aire libre para hacer frente al sopor de la tarde, estaba reunida como una gran familia, la del poblado que conforma la fe.
Una visita pastoral que me ha permitido conocer mejor la parroquia al mismo tiempo que conocerme un poco más a mí mismo. Días de auténtica fatiga y cansancios, que al concluir ayer, día de san Carlos Luanga, cobra un sentido más allá de lo programado en un papel. Días de encuentro, sinceridad y libertad, días ya no de presente, si no y sobre todo de futuro. Porque si no fuera así….. ¿merecería la pena hacerla de otra manera, a modo de paseíllo taurino triunfal y al margen del resultado de la faena? Ha sido toda una experiencia de camino y encuentro. Días de desconexión y al mismo tiempo de empatía con lo verdaderamente importante. Estas gentes hacen también canto de su vida al experimentar que Dios les visita y les acompaña. Todo un himno de letra difícil especialmente para aquellos para los que este mundo les resulta invisible.
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