jueves, 13 de junio de 2024

HIJOS DE LA LUZ

Vestidos de blanco están los más madrugadores, a la puerta del templo. Un blanco de raso refulgente que destaca sobremanera sobre su tez oscura. Un pequeño gorro a juego adorna su cabeza. Van llegando poco a poco. Hoy es un día importante en sus vidas. Recibirán el bautismo y la eucaristía. Son catecúmenos. La celebración, arropada por multitud de personas, festiva si cabe más de lo que acostumbran. Monaguillos al ritmo. Al caer de la tarde se escuchan músicas, danzas y tambores desde diferentes rincones del poblado. 

Seguimos con las clases de sango para profundizar y mejorar en el conocimiento y uso de la lengua, siendo consciente que la misma es impedimento o gran ayuda para la misión y mi área en ella.  En estos días se ha cumplido el año de mi estancia aquí, un tiempo que ha pasado como un suspiro. No tengo sensación  de que el tiempo lastre mi presencia. Durante estos días se sucederán mis visitas a los poblados para encontrarme con los catecúmenos y catequistas y entre otras cosas preparar los bautismos que iremos celebrando este mes.

Como en los cuentos, él me invitó a jugar tirándome a los pies el balón  y mirándome con sus grandes ojos parece me lo dijo todo. Francés no sabe y yo tampoco su lengua aka, así que en un sango infantil y con lasa miradas en sintonía, comenzamos a correr y a chutar. Tras unos minutos de juego en solitario para ambos, la pradera se fue llenando de críos que se fueron sumando al juego al punto de exceder reglas, al menos en eso de once contra once. Con discreción y disimulo me fui acercando a la banda, dejando atrás el terreno de juego lleno de bullicio y vida. En un momento que me detuve para mirar atrás me percaté de esa nube de movimiento y carreras en la que descubrí que él, el pequeño que inició el juego invitándome, estaba parado y sólo contemplaba mi abandono. Su estampa cabizbaja denotaba seguro su tristeza. Le hice ademán de que corriera, que jugara de nuevo, y al punto así lo hizo confundiéndose enseguida con la multitud de cuerpecillos corriendo tras una pelota.

Unos médicos oculistas polacos vendrán en octubre para operar, sobre todo de cataras. Hemos avisado y de M´bata han salido 24 personas. Yo he llevado a M’baiki a la consulta previa, a unas 16 personas de Molangué, Bouchia, Bangui-Bouchia, Bokanga y Biami. Esperan consulta bajo una paillote al lado de la catedral. Están esperanzados con ver de nuevo la luz, valerse al menos. Hay alguno joven. La verdad que estas realidades son también asunto de una pastoral de misión. Aprovechar dinámicas solidarias, en este caso en el mundo de la salud, y buscar a los destinatarios, a aquellos a los que una intervención así les puede de nuevo devolver las ganas de vivir. Esas ganas que manifiestan unos chiquillos sobre un tractor abandonado que cobra vida gracias a la fantasía y a ilusión de aquellos que anhelan hacerse mayores , sin saber muy bien lo que ello significa. Las ganas de vivir que se respiran en el taller de costura que dirigido a las mujeres, las forma y capacita para no ser dependientes y poder vivir con dignidad del fruto de su trabajo, un trabajo hecho con esmero y cariño en cada puntada sobre un tejido de rabioso multicolor que llama a la esperanza.

Las lluvias empiezan a hacer su aparición. Un cielo gris barrunta tarde y noche de agua. Tarde de arreciada tormenta. Noche de suave y constante lluvia, una lluvia cargada de música y ritmo  que da a conocer cuando inicia su itinerario final al estrellarse en los tejados de chapa y precipitarse desde los aleros a la tierra, donde ella ha convertido ya el agua en algo suyo, y cuya propiedad queda expresada en su color rojizo. Una tierra ebria de agua que desborda por allí donde puede. Agua, bendita agua, que nos refresca del aún excesivo calor.

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