Está ubicada detrás del Palacio Presidencial, bueno, a espaldas de un gran recinto circundado por un elevado muro blanco, vigilado por soldados. Es un barrio de la ciudad alta, junto a la embajada de Francia y un monumento erigido al infelizmente recordado De Gaulle. Una propiedad generosa que parece fue pensada en un principio como un espacio de hotel. Un gran jardín donde las habitaciones están en un edificio y el comedor y cocina en otro. En medio una luminosa capilla. La Maison Comboni es la casa provincial de los Misioneros Combonianos en este país. Para nosotros, en virtud de nuestro obispo aquí y su condición de comboniano, es nuestro cuartel general en nuestras visitas a la capital.
Se respira un ambiente muy cordial y fraterno, gracias al estilo y dedicación del padre Everaldo, un misionero brasileiro formado en el Congo y curtido en estas tierras. Hace siempre más de lo que le solicitas, siempre dispuesto, siempre sonriente. Él es el ecónomo de la provincia. En común muchas cosas, también el gusto por el buen café, que no duda en ofrecer y hacer cuando venimos por aquí. Esta casa es un como un pequeño puerto, donde arriban y parten vidas entregadas a la misión. Hombres y mujeres de la familia comboniana que van y vienen y encuentran aquí ese remanso necesario en estas tesituras. Un servicio y ministerio brindado con mucho cariño y cercanía a estos dos misioneros españoles que de otra manera debieran de buscarse otro lugar, que lo hay, pero nada comparable a este pequeño edén.
Maison Comboni es lugar de encuentro y espejo de la iglesia donde diferentes nacionalidades se dan cita por una causa común, el anuncio del evangelio y así hombres y mujeres, apóstoles, visibilizan una iglesia católica en verdad. Ecuador, Italia, Congo, Ruanda, España, son algunos de los países que conforman esta familia. En la diócesis tenemos presencia de los hermanos en la parroquia de S. Jorge en Mongoumba y en San Miguel en Boda. Las hermanas están en Bagandou. Lugares donde he experimentado ya su bienvenida y acogida cordial. Hay un clima entre todos los misioneros y misioneras de confiada familiaridad, cosa que se echa de menos con respecto al clero local. Maison Comboni es ese espacio que se nos regala a quienes no formamos parte de la familia comboniana pero sí participamos de sus principios evangelizadores, alejados de todo colonialismo religioso.
¿Y cómo no voy a hablar de Rex? Es un perro que lleva en la casa desde que llegó la primera comunidad. Un can común de pelaje negro, cuyo aspecto muestra este tiempo y su paso por él. Está sordo y pienso también limitado en la vista. Aún no le he oído ladrar. Por las noches extendido se coloca a la puerta de las habitaciones y con el primer rayo de luz hace lo propio en la puerta de la capilla, como queriendo saludar con su impasible postura, a todos los residentes. Allí permanece hasta que la Eucaristía termina, momento en el que, sacudiendo sus lanas gastadas, trota vagabundo hacia una frondosa sombra de un enorme árbol del recinto. Rex es un perro fiel, cuyo atractivo no está precisamente en su apariencia física, castigada por la suciedad, la sarna y seguro miles de otras cosas. Un chucho que ha entendido su convivencia en la cercanía distante de las personas, merodea pero no se acerca.
Así, este microclima fraterno nos hace más llevaderas nuestras estancias en Bangui, ciudad sucia, ruidosa, caótica y tórrida como pocas. Venir hasta aquí para hacer compras o gestiones tiene este atenuante de sentirnos como en casa, cuando estamos un poco lejos de ella.
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