miércoles, 20 de marzo de 2024

KOTA MATANGA

 Tras una esperada y fatigante jornada a cuenta de la, por fin, instalación de la antena y conexión vía satélite nos espera la celebración del día de la mujer trabajadora. A eso de las 9:30 un coche destartalado por doquiera que mires nos trae a Nicodeme, dueño de una empresa de comunicación en Bangui. Con él viene su señora y dos “técnicos”. Detrás, en su pickup, destaca la presencia de un hombre tan alto como delgado, vestido con el pijama militar y subfusil al hombro. Pertenece a la guardia presidencial y ahora, según Nicodeme, cumple con el contrato de seguridad privada para él. No hay ningún problema en compartir vestimenta y servicio. Me dice es garantía para pasar sin problemas los peajes. A mí me da miedo. 

Después de infructuosos ensayos, pruebas, comunicaciones con la empresa distribuidora de la señal, ubicada en Bélgica, por fin a eso de las 19:00 se logran solucionar todos los problemas y se hace posible la comunicación. No quepo de alegría y satisfacción, porque hoy se cumplían cuatro meses de la firma del contrato y tres de tener todo el material en casa. La comunicación es muy importante y en M’bata la señal ordinaria es muy débil, variable e inconstante, haciendo prácticamente imposible mantener una llamada, una conferencia sin varias interrupciones. Por supuesto hasta ahora era impensable internet. Creo que entre las renuncias de la vida de misión, esta no debe de entrar por muchas razones que a nadie se le escapa pensar. Veremos si podemos cantar victoria.

En la madrugada siguiente y non motivo del día 8 de marzo, las mujeres de la parroquia se han dado cita en la capilla de santa María madre de Dios, en Bangui-Bouchia. Dos días que ellas comenzaron el miércoles tarde con su desplazamiento desde M´bata. Cuarenta kilómetros que realizan en camión, habitual traslado comunitario por aquí, donde los buses, simplemente no existen. Un cargamento humano, el femenino, donde junto a sus escasos enseres para estos dos días, va acompañado por cánticos y bailes, que también ocupan espacio. Yo me incorporo en la mañana del jueves, para una sesión de formación. Madrugón. A las 4:30 el “yaya” Mario y yo salimos de casa, no sin sorpresa, como todos los viajes en África. Hemos de llevar los instrumentos de la animación musical. Este impuesto añadido nunca es anunciado, siempre sobreviene de improviso, cosa a la que me estoy negando por razones obvias. Aquí van hasta arriba de gente y equipajes, pero yo no quiero cargar con semejante responsabilidad ante el imprevisto de un, nunca deseado, accidente.

Cargados los instrumentos, el coche va, entre los sorteos de los baches y los que inevitablemente te hacen saltar, produciendo una música al estilo del jazz, improvisando ritmos y sones. Suenan sobre todo los platillos y las cajas de la batería. Vamos despacio, y a su pesar, evocamos a los músicos de Bremen.

Llegamos y celebramos la Eucaristía, en este primer día femenino, fiesta de dos mujeres valientes de la primera hora: Perpetua y Felicidad. Tras un desayuno, comenzamos la formación con la lectio divina del texto de Juan de las bodas de Caná. Después de ello me empleo en una presentación básica de la mujer en la Biblia para destacar  la imagen de la mujer en la línea de la gracia y desterrar su eterna vinculación con el pecado a partir de Eva.

Después de la pausa, Mario se esfuerza en otras cuestiones más relacionadas con la mujer y su tradición cultural aquí. Ellas animadas, atienden tan bien como bailan. De cuando en vez, alguna irrumpe con un estridente grito al mejor estilo tribal que despierta al sumido más profundo en el sopor del cansancio o en las redes de Morfeo. Esta jornada la festejan con gran entusiasmo, (kota matanga) quizá como única válvula de escape a la presión que reciben de una sociedad, aún construida aquí, demasiado para los hombres. Hijos, casa, trabajos, demasiadas cosas en las que son actores principales, pero a las que sólo se reconoce como secundarias.

Me invitaron a estar con ellas y creí conveniente acompañarlas, cosa que han valorado y yo agradecido. Volverán a sus vidas después de estas apenas 48 horas, y los sueños volverán a estar sometidas a las voluntades de quienes conviven con ellas y aún no se han dado cuenta de lo que significa igualdad, dignidad y derechos. La promoción femenina, como parte de la tarea pastoral de la Iglesia, aquí es una acción revolucionaria. Acompañarlas y apoyarlas, quizá sea el comienzo de un mañana más justo.



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