Han sido días de muchas novedades y experiencias. La primera es que aquí no hay cena de Navidad en familia. Imagino que porque cono no hay cena normalmente, tampoco este día tan señalado. Como me he resistido a no celebrarla, en un momento me puse manos a la obra y unos sencillos canapés de huevo y bonito, hicieron un magnífico entrante al que siguieron un pollo a la cerveza para culminar con unas generosas rodajas de piña del lugar, rica, suave y dulce como pocas. Una vez realizado el convite, que fue precedido por una oración recapitulativa del año, nos dirigimos a la iglesia. La pradera estaba a rebosar de jóvenes que sentados en la hierba y en torno a algunos fuegos, cantaban y bailaban. Aquí ambas cosas van de la mano y si además hay un tambor… tenemos ya la fiesta asegurada para horas.
El templo a rebosar, marcado por un clima de oración con el rezo del rosario por la paz. Después los scouts representaron una serie de piezas cómicas que arrancaron la carcajada de todos e hicieron que ese tiempo fuera compartido de ese modo tan jovial. A las 22:00 dio comienzo la Eucaristía de “media noche”, la del Gallo ¡vamos!, que nos tuvo hasta las 03:00 de la madrugada de un modo festivo, alegre y participativo. Yo al final, roto por el cansancio y el sueño, opté por el lecho que me acogió con mucha paz, tanta que al punto no me enteré del bullicio, cantos, ritmos y tantanes.
La mañana de Navidad comenzó con laudes a las 06:.00 para después del desayuno salir enseguida a las capillas más alejadas que son Yale y Bobua. Camino difícil y después de hora y media allí estábamos a celebrar Navidad. La capilla vibraba de alegría, son los más pobres de todos y ese día tenían lo que nadie: celebración. El gozo era tan grande que ya antes, un kilómetro o así, salieron a recibirnos, con ramas y flores que agitaban al ritmo de sus cantos. Una entrada preciosa enfilando el sendero hacia una pobre capilla de ramas donde el alboroto por la llegada de tan esperada visita les hacía estar alegres sobremanera.
Bobua, sencilla también, al menos tenia levantada una elemental capilla con ladrillos. Me han parecido dos comunidades preciosas, sobre todo Yale.
El viaje de regreso os lo podéis imaginar, lo de menos eran los generosos ofertorios, lo de más eran los comentarios que sobre ellos traíamos en la cabina del coche, acerca de la calidad humana y la personalidad espiritual de estas comunidades y sus responsables. Basta asomarse a una comunidad para darse cuenta de qué tipo de personas están al frente. En este caso, personas que comparten y acompañan una fe en espera de que el sacerdote pueda acercarles los sacramentos. Ni que decir tiene que hoy hemos puesto a prueba “la Villota” que nos ha llevado y traído por senderos inclinados, rodaduras aun tiernas y hoyos infames. Ya he comentado antes en algún lugar, creo, que no se que impone más si el bache lleno de aguas rojizas encerrando el misterio de su hondura o ser consciente de ella cuando se presenta en la época seca, desnudo. Ambos son un mismo reto en épocas diferentes, que requieren la pericia siempre del conductor, sea éste avezado o advenedizo.
De este modo he vivido este año la Navidad, centrado en lo fundamental y dedicado a los pastores de hoy en este Belén, en el que no falta Herodes tampoco, con sus mil rostros del mal. He querido dejar para el final el tema de la matanza en un poblado de más de treinta personas y niños a manos de grupos violentos islámicos. El motivo, el único que causa todo mal, la avaricia de quienes son capaces de pensar que aquellos que son maltratados y vigilados al exceso para que al arañar la riqueza, una brizna de ésta no quede entre sus uñas… Eso vale una vida humana, dos, tres, hasta treinta y cuatro Niños acribillados en las espaldas de sus mamás y sólo uno superviviente cuyo grito y llanto desgarrados, alertan del alcance y proporciones del atropello que no respeta la inocencia ni lo más santo. Los santos inocentes ya tienen impronta en mi retina del alma y desde luego, me quedo con la Navidad de verdad, la de Dios, y no la de estos reyezuelos de cansina fiesta y hartazgo de riquezas. Encomendados todos y cada uno, miramos al cielo porque la tierra no se si está preparada a hacerle un hueco al Dios niño, con nosotros. Los villancicos nunca van a ritmo de las metralletas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario