Son una estampa real y típica de estas tierras. Cantidad de pequeñas, porque por lo general son niñas, que a sus espaldas cargan al modo de sus mamás, a lo hermanitos más pequeños que se les ha confiado. Y así las ves por caminos, praderas y claros. Son en verdad pequeñas las que han de hacer de mayores y pequeñitos sus hermanos. Contemplando a una parejita así, me preguntaba yo qué vinculo vital y fraterno se forjará con semejante custodia. Imagino que impagable. Creo que magnífico. Y es que aquí la vida, con respecto a la nuestra, es como un reloj de arena al que se gira para que lo que antes estaba arriba, ahora lo esté abajo. Hay cosas que a pesar de todo se mantienen, por ejemplo ese recuerdo agradecido a María en su advocación de la Medalla Milagrosa. Es hermoso contemplar a esa mujer ante María. Conversación espiritual entre África y la Madre....
Y el corazón necesita fiesta y ellos la hacen siempre a golpe de tambor. Ritmos pegadizos, melodías recurrentes que arrancan de todos el canto acompasado que se convertirá en danza en un instante haciendo que todos brinquen y se muevan contorsionando sus cuerpos como una expresión ancestral de que la vida invade y toma posesión de cada uno al punto de hacerle olvidar el instante presente para remitirlo en su vibrante baile, quizá a un mundo paralelo.
Así es la vida por aquí. Una tierra mal comunicada por tierra donde a los caminos, y senderos llaman carreteras, espacios modelados a su capricho por la lluvia que busca siempre con virulencia el curso del río para unirse ya en ese discurrir incesante de su cauce. Una tierra en la que las telecomunicaciones no son menos difíciles y escasas. Los centros de salud, que en alguna población definen como hospitales, es mejor no conocerlos, llenos de nada o casi nada que pueda remediar o paliar alguna dolencia básica. De igual modo las escuelas, llenas de niños o de adolescentes, entre cuarenta y ochenta cada aula al cargo de un docente que hace lo que puede de una síntesis imperada entre lo que le pudieron enseñar y lo que ha aprendido. Ante tal avalancha de discentes, todavía aquí vislumbras en algún aula, sobre la mesa del profesor, un trozo de correa de goma anudada en su final, como objeto corrector de disciplina.
Y todas estas estampas son testigos de un ir y venir de Programas de Desarrollo y Cooperación de innumerables instituciones y ong’s desplegadas por todo el país. Quienes contemplan impasibles este incesante discurrir son personas que muchas, visten camisetas o gorras con evidente alusión a la autoridad de país que se dice democrático, en definitiva cómplice y responsable de esta pobreza en una tierra que acude expectante ante un peregrinar incesante de riqueza que se va y no deja más huella en el país que las rodaduras profundas en el barro y las heridas de quienes se sienten abandonados a su suerte. En medio de todo esto, la proliferación de numerosas iglesias que prometen cielos y salvaciones, que se aprovechan de la credulidad de este pueblo. No pierden compás ninguna de ellas, haciendo frente común contra quienes anunciamos que la salvación comienza aquí (ha comenzado ya), en la tierra y que otro mundo es posible.
Causa un profundo leer, todas las cosas que escribes, pero me quedo con la ultima frase: Un mundo mejor es posible; en esa lucha diario os imagino y me admiráis.
ResponderEliminarYa nos contarás como se pasa la navidad por esas tierras, tan diferentes a las nuestras.
Un abrazo fraternal.
Deseo que algo pueda cambiar, y que la esperanza en una vida mejor sea posible
ResponderEliminarPorque da mucho dolor ver la dura realidad de tus pobres gentes.
Un saludo. Y felices días.