domingo, 27 de octubre de 2024

TENGO QUE SUBIR AL ÁRBOL, TENGO QUE..........

Una vez recibido y asentado Pepe entre nosotros, el regreso a la misión es de nuevo inmersión en la realidad. Él se afanará en estas semanas en Maison Comboni para que tengan electricidad a través de placas solares y eviten así la incomoda y frecuente situación de los cortes prolongados en el fluido de la red. Estar dentro del barrio presidencial de Bangui no le priva de esta situación, consecuencia de un endeble tramado de red eléctrica, por otra parte, la única existente en el país. Ha hecho buenas migas con el ecónomo, Everaldo y además tiene la suerte de contar con Gabriel, un misionero mexicano llegado  una semana antes que él. 

Aquí las cosas son un poco diferentes. Seguimos cerrando la concesión con el muro que parece una obra interminable. Ya llegamos a la embocadura de la puerta. De hecho hemos tenido que cortar las raíces de un tocón, memoria de un gran árbol desparecido hace décadas y sobre el cual erigiremos una cruz que permita identificar el lugar. Además hemos instalado un lavabo en la terraza de abajo para facilitar el lavado de manos y evitar entrar a la cocina, costumbre habitual hasta la fecha. A Frank, el jardinero, le he enseñado a manejar las dos máquinas que compré para aquí, una desbrozadora y una motosierra. Con la primera está haciendo una buena labor en el jardín. Con la segunda ha sido mano de santo para eliminar las raíces del árbol de la entrada. Ya le he explicado cómo funcionan y el cuidado que ha de tener con ellas, al igual que sólo será él quien las manipule y utilice. Poco a poco la misión se va modernizando en medios.

El sábado, los Scouts y las Guías de la parroquia salieron a hacer picknick y me acerqué a compartir con ellos un ratito. Llegué en el momento adecuado en el que iban a empezar con ejercicios físicos de destreza. Uno de los mayores, con una liana enrollada a la cintura y el machete entre los dientes, comenzó a trepar hábilmente por un tronco recto hasta una altura de unos 6-7 metros. Encaramado entre las ramas ató bien la liana y según bajaba fue limpiando de ramas el tronco hasta llegar a poner de nuevo sus pies sobre la esponjosa alfombra del lugar, un claro de la selva a nos 5 kms de casa. Comenzaron las rondas para subir por la liana a pulso, sin ayudarse de pies ni tronco. Hubo de todo. Algún que otro intento fallidos de apenas salto de salida, algunas tímidas brazadas de ascensión y la mayoría, con una asombrosa agilidad, ellos y ellas, subieron hasta diferentes y ya considerables alturas. 

Un fuego, a cuyo abrigo se templaban las pieles de los tambores para la fiesta ulterior y el regreso sonoro a casa, era aprovechado por unas Guías para calentar a gua en una gran marmita y elaborar en otra el consabido, único e insulso alimento nacional que les mantiene cada día en pie: el gosso. A golpe de vuelta y vuelta de aquella masa blanca, se fue esponjando e iban apartando en bolas que indicaban las raciones, que tras la proeza física les alimentaría y seguro sabría a gloria, si es que tiene algún sabor.

La noche estuvo caracterizada por el seguimiento de la retransmisión en radio del clásico de la Liga de fútbol española, que aquí levanta pasión. El resultado hizo que no pocos jóvenes se acercaran a la misión esta mañana a misa y tras la celebración se me acercaran a transmitirme, con una pícara sonrisa, sus condolencias a propósito de la derrota merengue. Aquí son “legión” lo seguidores culés. Tuve que sacar pecho y corresponder diciendo que, “para saber ganar hay que primero saber perder”. 

Hoy he podido tristemente saber que Israel ha atacado Irán. De igual modo he disfrutado con la alocución de Serrat en los Premios Princesa de Asturias. Así va pasando por aquí la vida, poco a poco,....


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