Caminar, eso significa el título de hoy. Emociona e impresiona descubrir cuan y largo caminan estas gentes. Es cierto que los caminos están siempre adornados por sus idas y venidas. Solos, en familia, ligeros o cargados, pero todos en camino. Y cuando digo en camino digo andando, porque los escasos coches, los puntuales camiones o las innumerables motos no cuentan ahora. Caminar es algo a lo que están acostumbrados desde pequeños. Hay que hacerlo para ir a la escuela, para ir a por agua, para hacer compras , ir al río, al campo, … No deja de ser una razón más para ese monumento a la humanidad nómada. Convocas una reunión y a ella acuden desde los pliegues más remotos de la geografía de esta provincia. Madjar, para el fin de semana del comienzo scout se hizo sus 93 kilómetros de ida y sus correspondientes de vuelta. Didier el pasado sábado se regresó a su casa en los alrededores de Pissa y se pasó toda una tarde, la noche y algunas horas de la madrugada caminando. Recibí un mensaje suyo diciendo que había llegado por fin a casa a las 04:00 después que, tristemente, no se cruzara con nadie en moto durante esas horas, un tanto intempestivas, que le pudiera llevar. Aquí caminar es el medio habitual de ir de un lado a otro. El resto es caro y por tanto esporádico.
Caminar es una acción también que forma parte de nuestro vocabulario simbólico y religioso. Todos caminamos en esta vida, la recorremos. También lo hacemos en iglesia hacia el encuentro con Dios. Un gesto que queda en estas tierras muy denotado en las procesiones de entrada a las celebraciones litúrgicas. Largas, solemnes, participadas por todos los que intervendrán en sus diversos ministerios y todos, mecidos al ritmo de las canciones. En proa la cruz guía. A popa el sacerdote. Hoy ha sido uno de esos días que recordaré siempre. Hoy, solemnidad de Todos los Santos, he celebrado por vez primera en una capilla de la parroquia, la capilla de la Sainte Trinité en el poblado de Moscou. Es el poblado al que he ido varias veces, también andando, en solitario y también en alguna salida con Pancrace. El pueblo en el que vi por vez primera los árboles del café y sus frutos, ¿recordáis?. Una población cuya plaza y mercado es siempre populoso. San Cire, mi conductor habitual de moto, estaba a buscarme a las 7:30 y surcando el sendero estábamos allí en la capilla a las 8:00. Abierta, aún no había nadie. Me habían avisado que sería una celebración sencilla y sin música y canciones (tan importante para ellos). Al poco de estar allí, fueron apareciendo, cristianos y curiosos. Se acercan a dos llantas de viejo camión colgadas del árbol al lado de la capilla. Les sacan un tañido, primero un tanto extraño, después, una vez templadas, más familiar. Hechas las veces de campanas, el grupo ya es numeroso, se acercan a saludarme con gran satisfacción. Llevaban meses sin eucaristía. Primero el responsable de la capilla, después el catequista y un varón con unas cuantas hojas sobadas y dobladas bajo el brazo. Me advierte que sí tendremos coral. Comenzamos a buen ritmo, marcado por unos grandes bongos, sabiamente acariciados, que ciertamente suenan muy bien. Quizá la calidad de su sonido sea también consecuencia de que están hechos de modo enterizo de sendos troncos de árbol, vaciados en su interior.
La eucaristía en Sango, cada día con más soltura. La homilía también, desarrollada como siempre en tres ideas al modo del Método: claras y distintas. Sobre el altar, hoy también el kit del bolso-capilla que traje de España y que hoy he estrenado. Cáliz, patena, copón, vinajeras y todos ello de campaña, sostenidos por uno de los corporales y purificadores que me encomendaron mis queridas hermanas Dominicas de Toro. Todo ello me hace sentir en casa. Cierro los ojos y me siento cerca de tantos…, de todos vosotros, que de muchas maneras me acompañáis en la misión, haciendo de esta tarea un algo de todos. Una solemnidad celebrada entre adobes, bajo chapas y sobre tierra batida, apenas sin luz, pero con mucha, mucha humanidad, autóctona y de lejos, toda ella en fiesta por esa invitación a participar un día en plenitud de aquello que Dios es y que vislumbramos aquí cuando somos cada día un poco bienaventuranza. Salir de la celebración es recoger el cariño de todos, saber que hoy tienen un motivo en el lugar que les unirá en sus conversaciones. Me entregan ocho grandes y olorosas pamplemusas que presentaron en el ofertorio. Me regreso con el aroma de una humanidad encontrada como familia. Después de tantos saltos y brincos del camino, al llegar a la misión, como si de profetisa o sibila se tratara, un mensaje de mi querida prima Sagrario termina diciendo: “irá mejor todo sobre 4 ruedas…” Todo lo vivido hoy es invitación a caminar, ¿no?, a seguir en el camino y caminando…(ahora mejor: na lege nga ala kwe tambula…)
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