lunes, 14 de julio de 2025

REFLEXIONES PASO A PASO

Estos días caracterizados por largos y pausados paseos donde descubres cómo el ir pendiente del teléfono (es increíble) no nos permite darnos cuenta del que duerme en un banco del parque, el que está tirado  al lado de una papelera o el que despliega sobre su cabeza un amplio cartón que pone "Pido para comer"... todas son realidades invisibles para quienes van absortos en su celular. Me meto en una iglesia y me viene una reflexión a propósito de una detalle que percibo. Las normas litúrgicas recomiendan que no haya relojes dentro del templo por diversas razones, una de ellas por eso de no marcarle momentos determinados al Espíritu que hará uso de la plegaria, silencio o adoración, encuentro en definitiva, cómo y cuanto sea necesario. En algunas iglesias existen y marcan la nerviosa condición de no pocos fieles que en no pocas ocasiones durante las celebraciones fijan su inquieta mirada en ese artilugio. Este que he descubierto hoy en esta iglesia, me ha llamado la atención. 

Escondido para todos, resulta visible sólo para los sacerdotes. Al instante he captado, creo, su intencionalidad que he relacionado con la homilía no sé muy bien el porqué... Si la narrativa de Dios hoy, la evangelización en definitiva, pasa por lo ordinario, lo de cada día, las homilías deben estar también maridadas con este principio de ser comprendidas y no soportadas. Nada de sermones grandilocuentes ni de campanillas. Palabras sencillas diáfanas  que dirigidas al corazón de las vidas que encarnan quienes se abren a la acción misma de Dios, puede que en alguna ocasión mediada por nuestras reflexiones, meditaciones y palabras. Muy frecuentemente nuestras palabras son tan diferentes de las que hablan a diario que al hacerse tan extrañas se guardan  en las profundidades de la memoria  en ese cuarto de las cosas que no sirven. Gracias a Dios allí donde ponemos más nuestro énfasis no siempre es el punto álgido de la presencia de Dios que toca la vida de los oyentes para transformarlas conforme su amor. Así de inverso, creo es Dios. Siempre nos sorprende. La persona no es un problema a resolver cuanto un misterio a contemplar, a acompañar. Quien debe iluminar es Dios, nosotros sólo compadecer en su sentido auténtico. De aquí nace la empatía.Lo nuestro es encender los corazones, hacer posible que la acción de Dios abra los ojos de quienes están a la mesa con Él y que Emaús deje de ser un lugar y se convierta en un camino, una acción. 

Decía el predicador dominico ayer, hemos de escuchar la Palabra, dejarnos bañar por su gracia y novedad que refresca, aclara y espabila. Y es verdad, huir de sabernos sobradamente doctos como para no dejarnos inquietar o animar por un matiz, un detalle nunca descubierto hasta ahora en la Palabra. Huir del pesimismo arrogante y fatalista de nuestras descripciones que nos victimiza y ancla en la parálisis. Huir de la mundanización que nos hace olvidar tantos encargos que nos hacen los demás, porque en definitiva  somos para ellos. En no pocas circunstancias nos encargan recordarles en la oración. .. En definitiva caminar por la senda de la autenticidad, la interiorización, la alegría. Así sí se evangeliza. 

Estos días en diversos encuentros que he tenido, he observado que el reloj se deja a un lado y el tiempo simplemente se somete a la escucha atenta, sin límite alguno, es como el cántaro de Sicar, lo dejamos en un segundo plano en el diálogo y al final lo olvidamos al retorno. El tiempo cuando es el que nos manda, se convierte en el tirano inmisericorde con los ritmos de nuestro ser, sus anhelos y miedos, sus silencios y retahílas de palabras. El tiempo debe ser oportunidad para instilar en cada encuentro, sin tenerle nunca miedo. Es verdad que la fe exige y así la comprendemos en nuestra conciencia. Pero no es menos verdad que siempre viene de la mano de la comprensión, porque su pretensión nunca es primero herir. El dolor surge como consecuencia del amor recibido y descubrir la distancia que hemos creado con respecto a él.

Nunca anunciamos o presentamos al Jesús que hemos aprendido, al contrario, lo hacemos con respecto al Jesús vivido, experimentado, por eso decir Jesús es un riesgo que hemos de correr porque está por medio nuestra vida que tamiza esa simple palabra. Podemos creer que somos padres y pastores y en realidad no serlo tanto porque nos falta lo fundamental, hablarnos primero a nosotros mismos, escucharnos. El logo de este jubileo de la esperanza lo llena todo. Parece que es una muletilla que toca ahora. Pero la esperanza no es un concepto, es una actitud que hacemos posible o no a nuestro alrededor con nuestro ejemplo y vida dirigida hacia los demás. Ese es el mejor testimonio que hace posible descubrir el rostro de Jesús presente en nuestras acciones. Hoy que se lleva tanto tanto lo  "inclusivo", no hemos de olvidar que la fe tiene esta propiedad y que Dios es así y estamos llamados a serlo también nosotros.

Con las mismas salgo salgo a la calle. Dejo fresco y silencio, para de nuevo palpar el calor y el barullo de la calle, donde de nuevo se repiten las mismas estampas descritas, aderezadas por el ruido y las prisas. Características pues, de una humanidad a la que pertenecemos y hemos de amar. Quizá el secreto esté en ofrecer la hora de Dios, su tiempo, con el deseo de que alguno quiera ajustar su reloj. Esta es nuestra misión. 

martes, 1 de julio de 2025

LATIDOS EN EL CAMINO

Hoy os propongo unas reflexiones a propósito de diversos textos bíblicos que me han acompañado esta semana en la oración, al hilo del sentir unánime del corazón de Jesús. Me dará seguro también para la próxima entrada, así nos sirven para respirar hondamente la Palabra. No pongo las citas porque los percibiréis e identificareis muy bien. Qué duda cabe que me inspira y anima a todo esto la alegría y el tesón mostrados por Grace, quien ya aferrada a sus toscas muletas afronta con dolor (seguro), pero sin perder su sonrisa, el reto de hacer camino.


Algunos biblistas se atreven a indicar, que uno de los dos discípulos de Emaús, era una mujer puesto que la costumbre mandaba que eran ellas quienes invitaban a los forasteros a participar de la mesa. No voy a pelear este sugestivo matiz, pero me quedo cómo una nueva historia, una nueva vida, comienza en ambos y después para el resto, con la experiencia común de la frustración. Inmersos en el desánimo globalizado a cuenta de no pocos problemas, violencia, amenazas, deterioro del medio ambiente, corrupción, todo lo que suponga fuente de desesperanza y tristeza  para nuestros corazones, es el inicio de una realidad extraordinaria y ésta nace de lo ordinario y en este ambiente encontramos el compartir. Es precisamente en esta acción, cuando la hacemos bien, cuando nuestros ojos se abren y son capaces de reconocer una presencia en lo ordinario, en el desánimo, llena de novedad. Este compartir nos permite descubrir e identificar esa presencia que deja a un lado las preocupaciones e inquietudes por tantas otras cosas.  Nos resitúa y lanza de nuevo a la misión. Nos sentimos reconocidos y encontrados cuando escuchamos nuestro nombre. Él es el buen pastor, nos conoce y nos confía "sus ovejas", son de Él, nunca nuestras. La misión es suya. 

Este encuentro, que oxigena el alma, está fundamentado en la comunicación, esa característica que diferencia el cielo del infierno. Por eso la muerte en no pocos casos es siempre algo más que una cesación biológica, es un aislamiento, es la condena de no poder ser escuchado, de no poderse comunicar, estar en comunión. La fe siempre es simpática, abierta, extrovertida, curiosa, atrevida y por eso siempre acaba sorprendiéndonos un poco. La empatía del misterio de Dios con nosotros nos hace ser así también a nosotros y sabernos transformados, es es creo el principio de la misión, dejarse transformar descubriendo cómo Dios mismo participa de nuestra historia humana, de las alegrías y derrotas, de los intentos y las cobardías, de los éxitos  y de los fracasos. Todo, todo, la vida con todos sus aspectos, le sirve a Dios, nada de nuestra condición le extraña y lo hace siempre desde la aparente derrota, desde el silencio encarnado, desde esa prudencia pedagógica que le caracteriza en su humildad. Todo es una experiencia, también esto que dibujo hoy, una experiencia con Quien te ha visto, escuchado, tocado y transformado. Es algo dolorosamente fascinante pasar del reproche del abandono  físico a la entrega confiada del espiritu, y todo ello se da en la cruz.

Creo que la misión consiste en participar de esta experiencia y encender los corazones de quienes Dios te pone en el aquí y ahora del camino de la vida. Hemos dicho muchas veces que misión no es sólo hacer ni construir, es sobre todo amar. Descubres que tienes corazón de Evangelizador cuando amas a los que Él ha acercado a tu corazón y a tu vida. No consiste en hablar bien, en resolver problemas, (que también) si no y sobre todo en amar. Hace pocos días morían Cirilo y Rafa Janin, misioneros de talla y si algo te queda de sus vidas es ver cuánto amor han dejado en la estla de sus ministerios, cuantos alientos regalados, cuantos encuentros propiciados. Un misionero siempre participa de la osadía simpática de Jesús y del Evangelio. Y esto es un estilo, algo que se va educando toda la vida, corrigiendo  a su vez y nunca exento de tentaciones de las que resalto el desánimo y el pesimismo. Cuando contagiamos tristeza y pesadumbre nos hemos convertido en simples analistas. Un cristiano, un misionero se dice en su alegría, en la atemperada confianza de que Dios hace camino con nosotros, porque somos suyos. 

Es verdad que a veces el sanador se siente herido, el animador vulnerable, pero incluso en estos estados de vida y ánimo, se vislumbra ese haz de alegría, que nada ni nadie nos arrebatará. Pero Jesús la más de las veces nos enseña en el camino, también nos sienta y nos explica con calma la hondura de su ser, pero sobre todo es el camino, el escenario del aprendizaje, como si de un viajero un pedagogo del Padre se tratara. Por eso es tan importante la dimensión sinodal, movimiento, horizonte, compañía, paso y cuneta. Todo nos habla de Dios. Una actitud que brota de este principio es la valentía, el no tener miedo, el abandonar nuestras seguridades, superar etiquetas y vencer estereotipos: No somos puritanos, nos hemos de manchar en el camino, ese camino al que hemos salido en virtud de esa llamada que nos anima a respirar todo aquello por donde pasamos, no estar preocupados por nuestra atmósfera ideal, sabiendo comprender, disculpar, exigir, dar y recibir. El evangelizador es la persona de la reciprocidad de la gracia, esta gracia que no nos ahorra tampoco todo lo que vivió el propio Jesús. Cuando haces camino, percibes los latidos de todos aquellos que lo hacen contigo, incluso de aquellos que quedaron atrás, también de los del porvenir.

REFLEXIONES PASO A PASO

Estos días caracterizados por largos y pausados paseos donde descubres cómo el ir pendiente del teléfono (es increíble) no nos permite darno...