Apenas su silueta la delata, de no estar atento al borde del camino. La foresta la abraza con pasión al punto de hacerla desaparecer, mejor, camuflar su presencia, envuelta en el verdor de la espesura. Detengo el coche y me bajo, adentrándome entre maleza salvaje que, enredada, apenas deja entrever la sombra de una puerta. Una vez dentro, mi presencia hace revolotear un nube de pájaros que abandonan la paz del lugar alertados por mi estampa. Un suelo de cemento batido me permite sacudir fuertemente los pies, dado que se han subido a mis sandalias un nutrido número de hormigas que hambrientas me muerden sin parar, produciéndome un picor insoportable. Aliviado de este mal, mis ojos se han hecho a la media oscuridad del lugar.
Como en las películas, ante mí aparecen erguidas, como testigos de un pasado industrial, maquinarias y artefactos de diverso tipo. Estoy en una fábrica de café del pasado colonial de este país. Aún hoy las tolvas, molinos, cribas y demás aparejos, que permanecen milagrosa y oxidádamente en el lugar que un día trabajaron este rico producto de la naturaleza. Digo milagrosamente, porque aquí desaparece todo lo que se pueda intuir pueda ser vendido. Digo oxidadamente, porque el paso del tiempo y la humedad han hecho mella en ellos. Me atrevo a darle vueltas a un gran cilindro perforado hasta la saciedad y que interpreto fuera un tornillo de tueste. La manivela me responde con cierta hostilidad pero al final transmite su movimiento a una serie de ruedas dentadas que facilitan la rotación de un cilindro que gira sobre un largo eje. De igual manera su agradecimiento se torna chirrido, de lo que un día fueron piezas engrasadas y hoy se resienten en su memoria de una labor olvidada. Un grito, un roce de lamento de una inerte actividad que evoca a un pasado colonial. Un sonido continuado que rompe el silencio recordando aquella, seguro frenética y aromática, tarea llevada a cabo por patronos, colonos y población del lugar.
Salgo de esta atmósfera que me ha cautivado por unos minutos transportándome a una evanescente ilusión de un entorno en el que el trabajo y la explotación, seguro también se dieron la mano. Recuerdo de mi estancia en Safa lo que de ello me decían y de cómo la rabia les pudo al punto que tras la independencia todo fue pasto de las llamas, como si con un fuego purificador quisieran olvidar hasta la raíz de todo ello.
En Mokinda ultimo trato con los jóvenes para las piedras que hemos de depositar en la zanja de cimentación. del muro de la misión. Piedra roja, dura, volcánica. Se ponen en seguida a hacer los Tas, o montones de piedras similares, que apilados al borde de la carretera, indican que su destino será también la construcción a expensas de algún comprador. En mi caso, ya me he adelantado yo. Los jóvenes están contentos.
De allí me encamino a Batalimo, donde se ubica la IFB, Industrie Forestière de Batalimo. Una gran explanada me recibe con trabajadores que llevan monos de colores, según donde ejerzan su trabajo. Grandes camiones esperan sus cargas de tablas y maderas. Solicito hablar con el Director. En una casa de madera me hacen pasar por diversas estancias y despachos, todos con aire acondicionado. Finalmente una puerta me adentra a un despacho donde un hombre blanco, corpulento, trabaja delante de un ordenador. Tendrá unos sesenta años. Me saluda muy amigablemente y me pregunta por el motivo de mi visita. Me percato que sabe quien soy. Le cuento que me gustaría que alguno de los camiones al ir o venir a la planta, como han de pasar por Mbata y Mokinda, nos pudieran acercar la carga de piedras. La negativa se deja intuir al hablarme primero de que los camiones son de plataforma… que es difícil encontrar carburante… Yo le dije que este servicio era pagándole, claro está, o con carburante e incluso con la gratificación al chófer. Insisto educadamente en la pretensión y de repente, me hace un gesto para que detenga mi discurso y me dice que vinimos en el mismo avión el año pasado. Sinceramente le respondo que no lo recuerdo, pero él sí. Da una voz y aparece un trabajador al que le pregunta cuándo estaría disponible el camión “benne”, esto es volquete. “El sábado 25”, responde. Se vuelve a mí y me dice “Padre, ese día el camión recogerá y le llevará a la misión las piedras, y por supuesto todo corre de mi cargo, es mi aportación al proyecto”. En el cambio de dirección de la conversación me dice que es francés pero de origen luso. Hablamos de diversas cosas y me despido agradeciéndole el gesto y esperando ver cumplida la tarea.
El obispo ya me previno unos días atrás, de que no sería fácil lograr su colaboración, dadas sus desavenencias con mi antecesor, asunto que el mismo sr de Souza me comentó, ante las que me hice de nuevas y que él mismo pudo comprobar que el estilo y las formas ahora son diferentes.
De regreso, ya en Mbata, bajé hasta el nivel de la Bâle, junto al río, donde unos niños juguetean alegres mientras las mamás lavan, alguna con bebé colgado a su pecho, enchufado a la lactancia. Un grupo de jóvenes extraen buceando del fondo del cauce, platos de arena, que depositándolos en las piraguas, después en la orilla descargarán y harán montones según su grosor para vender como arena y grava para la construcción. Me conocen porque a ellos les compramos estos productos para hacer los bloques de hormigón con los que cerraremos el paño del muro de la entrada principal a la misión, tarea que empezaremos en unas semanas.
Así que jornada completa y variada. Al entrar en casa, un mensaje desde Valladolid de Teyko me comunica que Naoko para su comunión el próximo fin de semana, ha sustituido el ridículo regalo de ocasión a los invitados por una participación económica por cada uno de ellos para la misión de Chus. Así, grano a grano de la justicia, la solidaridad y el agradecimiento esta pequeña y su familia elaborarán el mejor café que jamás fabrica alguna pudo elaborar. En una semana, el aroma de Naoko y su verdadera comunión nos envolverá y cautivará en la construcción de un mundo mejor, conforme la pedagogía que escriben los niños."Todo comienza por un sueño", ¿no?, como el de Willi Wonka, como el de Peter Pan, como el de B.P...., como el de tantos al que hoy se suma el de Naoko.
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