Llegué en moto hace dos días a Safa. Un camino de barro infernal después de las últimas lluvias. Esta será mi última estancia en Safa, dado que el 7 saldré para M´Baïki y el 8 para Bangui para participar en el Fórum de Educación según el modelo propuesto por el papa Francisco a la Escuela Católica. La imposibilidad de encontrar señal de comunicación, me ha hecho llegar tarde a la cita, pero ya lo sabéis. Valiente porque me dice lleva confeccionados 112 pantalones y 135 camisas en estos pocos días que ha comenzado la vida en el internado de chicos del colegio Nicoló en Safa. Ha puesto su taller en la casa parroquial, en un pequeño recinto cubierto al cielo y abierto a la tierra (sin paredes). Dos máquinas Singer, del incombustible modelo 66, de entreguerras, le dan cobertura a sus hilaturas. Antes, sobre un lienzo sobre el banco de madera acoge la tela negra y sobre ésta aplica patrones según tallas y pedidos. Su pieza de jabón recorre acariciando los perfiles y dejando esa leve huella que le guiará en el corte de la pieza.
Una vez unidas las piezas, con esa plancha en hierro, de vientre incandescente , repasa una y otra vez el pantalón. A fuerza de recorrer una y otra vez la pieza, las arrugas desaparecen, para dejar paso a los brillos característicos. Después, coloca con cuidado el resultado final, junto a otros ya terminados. Misma operación para las camisas. Si los pantalones son todos en recio tejido negro, las camisas otorgan a la tarea ese toque diferente, como las especias y condimentos en la cocina, y las hay, algunas blancas y las más en variados tejidos de colores, al gusto africano.
Dos pantalones y cuatro camisas son 12.000 Fcfa, unos 18€, todo un complemento grande al comienzo de curso. Verlo trabajar es todo un arte y más en la cantidad de piezas y el escaso tiempo en el que las realiza y entrega. Después vendrá el problema de la talla. Unos que no coinciden con sus medidas, otros que han crecido un poco… Les va a dar igual porque con ello se quedan como uniforme escolar. Las chicas del internado de M´bata también gastan una falda larga y polo corporativo. Éstas además llevan la cabeza rapada, como señal social de que están en un internado estudiando. Aviso a navegantes piratas que asaltan todo aquello de lo que estiman obtendrán botín.
La vida en los internados les asegura, en principio una dedicación más plena al estudio. No han de recorrer kilómetros cada día entre sus hogares y el colegio, distancias que llevan su tiempo y que además genera cansancio físico que merma sus, ya bastante distraídas, capacidades intelectuales. Amén de la comida y otros pormenores que hacen de este tipo de instituciones un objetivo apetecido por muchas familias, por lo general aquellas mejor asentadas. En las filas de estas escuelas no es extraño encontrar un nutrido número de alumnos de la capital o de otras ciudades. Primeramente es un servicio preferente a la población local y necesitada. Después se completa con estas otras solicitudes.
Pero volviendo a nuestro protagonista, nos percatamos también que a la par que realizan estos trabajos, apalabran otros, en el kodoro, en alguna familia con motivo de algún acontecimiento. Su trabajo ambulante les hace sacar el rédito correspondiente que les permite compensar el esfuerzo de llevar en la moto toda una Singer de mesita de pie-rueca. Me preguntaba cómo harán para ir serpenteando los baches, evitar los barros y aguas sanguinolentas de los caminos, Cómo harán para superar tanto vaivén y badén. Quizá su destreza con las piezas de jabón con las que hilvanan las trayectoria de sus cortes en las telas, les haga virtuosos también al manillar de las dos ruedas. Los sastres aquí, como los vendedores de todo tipo de productos, los fotógrafos, forman parte de esa gran familia de nómadas que hacen de sus vidas y saberes, objetos ambulantes que ofrecen a sus compatriotas, muchos de los cuáles no se han alejado de sus casas lo suficiente como para poder ver otras cosas y confían a su imaginación el testimonio de los valientes que sí se han asomado a ese otros discurrir frenético. Vistas así las cosas, dudo ahora quiénes son más valientes, si los sedentes o los ambulantes.