Cuando me pongo ahora a escribir, lo hago después de varios días sin conexión. Cuando falte a la cita unos días… ya os podéis imaginar. He estado en M’bata y la señal es débil. Si el pasado fin de semana concluyeron aquellos días de asamblea diocesana, desde el jueves hasta el domingo hemos celebrado el consejo pastoral de la parroquia de M’bata. 107 personas acampadas en las instalaciones de la parroquia. Son los representantes de las 12 capillas en las que se organiza el territorio de la parroquia. La parroquia tiene 12.000 fieles, el resto de las capillas unos 38.000. Un día para hacerles partícipes de la asamblea diocesana. El otro, para tratar asuntos de la parroquia. Participan también los movimientos que la forman en más de una veintena larga. Días de escucha compartida. Días en lo que percibo la buena acogida a mi persona por parte de todos: niños y jóvenes en multitud, y adultos.
Aquí hablan todos y todos se escuchan. Aun discrepando lo hacen con grande respeto. Ahora mismo vengo de la reunión de los monaguillos que en número de unos 50 son dirigidos por jóvenes. Es impresionante percibir el respeto al mayor, aunque éste sea joven. Se reúnen dos días por semana, rezan, leen el Evangelio, reciben la formación y se programan. El criterio de autoridad lo vertebra todo.
Son un ejemplo, también ellos, en algún aspecto, ¿no?. En M´baïki he dejado a un grupo de 25 catequistas de todas las parroquias que durante cuatro meses reciben una formación pastoral, teológica y bíblica. Y ocurre lo mismo. Acampan con sus familias en esta experiencia de larga estancia, se procuran de todo, labran sus huertos, cuidan sus gallinas, hacen trabajos de madera de aquello que necesitan, o de albañilería, o de costura. Se organizan para una estancia y experiencia de meses, hasta Navidad.
Se percibe el omnipresente problema de la escasez de recursos y de dinero. Sufren las consecuencias de un país no comunicado, carente de carreteras y servicios. Son víctimas también de sus tradiciones que les hacen a menudo caer en supersticiones, sectas, santerías. Los catequistas son pieza clave para mantener la fe de los cristianos entretanto llega el sacerdote. Imaginaos que un territorio como Galicia es atendido por 22 sacerdotes, de los cuales sólo 7 son gallegos. Otros 10 son religiosos de diversas congregaciones, por lo general de fuera y 5 diocesanos (1 de otra diócesis de este país, 2 polacos y 2 españoles). La diócesis es grande en extensión y pequeña en medios. Una de las prioridades precisamente es el seminario, cultivar vocaciones de ellos mismos para ellos mismos. Tardarán unas décadas en ello, no en vano la diócesis es de reciente creación (1995). Una iglesia local que no es perfecta, como todas y en la que conviven las grandezas con las miserias.
Como están tan faltos de formación, aquí todo es “Bungbi”, esto es: reunión, convivencia, encuentro. Todos se saben parte de un todo que hay que cuidar y construir. Conscientes de su pasado, no lo son de su futuro, por eso valoran y estiman el presente. Es una de las lecciones de esta tierra. Las programaciones están muy bien pero cuando hay que hacer algo aquí, hay que hacerlo ya, porque eso de “¡mañana!”, en estas coordenadas no funciona. El mañana está a merced de demasiados condicionantes, alguno de ellos muy elemental, como la misma climatología.
Una religiosa ruandesa me decía hace nos días: “Padre, ¿te imaginas nacer aquí, vivir aquí y morir aquí, como la gran mayoría de esta gente? Ajenos a otro mundo, preocupados por el día a día, viven inmersos en una cultura de supervivencia. De ahí que resulte un tanto difícil hacerles partícipes de alguno de nuestros principios para vivir. Estamos ya entrando bien en este mes y aún muchas escuelas no han comenzado sus cursos, que oficialmente estaba marcado para mediados de setiembre. Todo esto te hace pensar sobre la tiranía estructural de la pobreza.
En cualquier caso hay que ser consciente de que los protagonistas de salir de esta situación son ellos mismos. Nosotros sólo les acompañamos, es verdad que de muchos modos, pero firmemente convencidos de que no se hará nada sin ellos, con ellos y por ellos. Quizá un buen comienzo para esto, sea precisamente estar unidos. Esta esperanza es alimentada cuando se contempla el rostro de la pobreza y ves que también, como nosotros, sonríe.
Todo lo que nos cuentas, tiene un fondo de esperanza en el futuro próximo y de amor a los hermanos.
ResponderEliminarLa verdad que sí, es como la historia que Dios mismo hace con nosotros y nos cuenta lleno de amor y de esperanza. Gracias por tus comentarios tan llenos de esto mismo. Un abrazo. Cuida y cuidate.
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