viernes, 28 de julio de 2023

MUNDJU

 No viene en los diccionarios. Dicen que es la expresión escrita a lo que verbalmente les sonaba que los colonos decían, esto es: “Bonjour”. De ahí que sea un término vulgar y coloquial para el “hombre blanco”. No es despectivo, pero lo dice todo, tanto que salvaban al misionero europeo añadiendo un determinativo, para ellos el mejor: “mundju ti Nzapa”, el hombre blanco de Dios, para diferenciarlo del colono. Así dijo a los demás asombrado, al verme, aquél pequeño en el mercado de Scad y ayer lo hizo otro en Loko. Probablemente por estas latitudes sea yo el único blanco y desde luego, seguro, el primer caucásico que ven muchos, entre ellos estos niños.



Ir a Loko ha sido, también, toda una experiencia. Pasamos por dos aldeas que me quedaban también por conocer, Wale-Wale I y II. Llegamos hasta el río Lobaye y una gran canoa, hecha toda ella de una pieza de un árbol, nos esperaba. Dejamos la moto en la orilla y dos niños formaban la tripulación de la embarcación, que aquí llaman “ngö”. La destreza es grande, a modo de nuestras albuferas valencianas, la conducción y orientación es por impulso desde el fondo, mediante un mástil que ejecuta con maestría, moviéndose él mismo a modo de cremallera por un amplio espacio del interior de la barca. Todo un arte que el pequeño domina a la perfección. El Lobaye es ancho y en este tramo tranquilo, su quietud es mucho mayor que la de Kokombet. Ya en la otra orilla, la gente tan amable y cercana como paciente con mis balbuceos en sango. Nos regalan cacahuetes, algo aquí fundamental y que forma parte de la exigua dieta local. 

El camino, ya de mañana está especialmente concurrido por hombres de todas las edades pertrechados de sus “nzè-nzè”, lo que en Angola eran “facas”. Mango de madera y una hoja ancha. Las hay mordidas, sin corte, afiladas a la piedra, con lima de hierro, filos mellados,… todo el mundo tiene una, que entre otros usos, utilizan para desbrozar y limpiar los caminos, tarea en la que encuentro a esta docena de personas. El valor de lo comunitario y la responsabilidad personal de cada uno sobre ello es grande en estas sociedades. Tienen claro el binomio de que todos usan los caminos, luego, todos los limpian. Un palo largo les sirve de guía del corte, con el que van haciendo claros para sus certeros golpes, casi a ras de suelo. Esos mismos palos les sirven para ir apartando lo sesgado y de igual modo para prevenirse ante sorpresas nada agradables como “angbo”, las serpientes.  

Así, poco a poco, este hombre blanco va conociendo caminos, poblaciones, gentes, costumbres. Así, “petit à petit”, el pensamiento y la lengua van dándose la mano. Así, “yeke yeke”, esta cultura va impregnando mi alma, que quiere ser, vivir, compartir y comunicar con ellos la segunda parte (Nzapa) y, que quizá sea la única honra aquí de mi desacreditada condición de “mundju”.

domingo, 23 de julio de 2023

RIP

De nuevo la moto es nuestro transporte hasta Scad. Vamos a un funeral, será el primero al que acudo. La ceremonia es en la propiedad, la casa del finado. Allí mismo será enterrado. Un gran gentío de gran colorido nos da la pista del lugar. Cantos y bailes donde todos participan. El espacio delante de la vivienda es amplio. Restos de diversas fogatas delatan una anterior vigilia nocturna concurrida. El difunto está en un féretro de madera sencilla, forrado de azul vistoso con estrellas y una cruz e amarillo resultón. Lo tiene colocado en el amplio portal de la casa, el ataúd sobre la cama. El resto es una amalgama de mujeres en derredor. A su lado la viuda. Deja once hijos y cuarenta y tres nietos. Percibo que los roles están muy repartidos. Los hombres no llora ni se lamentan. Sólo espectan. El responsable del kodoro hace un panegírico tras lo cual dará comienzo la misa.

Bwa Evrad indica cambiar el lugar del altar. Está muy alejado de todos. Lo han preparado muy bien. Una empalizada que sostiene un  ensombrado de diversas ramas. Una vez reubicado, toman posesión de lo que fuera lugar sagrado, todas las autoridades, los “akota zo”. Diversos símbolos van colocando sobre la caja del difunto. Una cruz tosca, labrada en madera, recuerda su reciente condición cristiana. No en vano se bautizó en Junio, estando bien. Una trenza vegetal con unas tímidas flores, deposita ahora su viuda. Una vela encendida, su hermano. La misa celebrada en medio de un gran ambiente de cantos y algarabía. Un ruido de máquina diesel anticipa lo que será una tanqueta de la ONU que pasa por el lugar con la única pretensión de que nos sepamos vigilados. Murmullos al respecto. Por si no fuera poco, al cabo de unos minutos vuelve a pasar de regreso con la misma pose de superioridad circunspecta, ajena a la vida que palpita fuera del acorazado. Los comentarios arrecian:"el otro día en Mali la gente les tiraba cosas..."

Concluida la ceremonia, voluntarias mujeres prestan sus paños que un hombre anuda sucesivamente. Unos militares se dirigen ante el ataúd y saludan al finado. Fue en su momento autoridad del kodoro, lo debió de hacer bien y ser honrado y justo. Como tal es recordado. Ya sólo hombres, se encaminan con el féretro al lugar de su enterramiento, a pocos metros de su vivienda. Es el momento en el que las mujeres plañen a coro. Como contrapunto, la viuda ejecuta una lastimosa danza y se revuelca en la tierra. Los hombres con los lienzos anudados descienden la colorida y sencilla caja al fondo del agujero. Comienza el enterramiento. Las sucesivas paladas de tierra quedan acalladas por el griterío femenino. Todo sigue un guión. He enviado alguna foto de esto y alguien me ha comentado: “la gente no parece muy enlutada”. He respondido que aquí para ellos, morirse es con mucho lo mejor que les puede pasar, porque la experiencia que tienen de la vida, simplemente no es para vivir. Esto me decía un paisano. “Bwa Chus, gé kètè lège, ká kèkereke kota lège”: Padre, ahora aquí es camino estrecho, allí mañana es camino grande.

De regreso paramos para ver la evolución de la construcción de la capilla e Paris-Congo. Están acabando el perímetro encofrando y tienen ya a punto la pira de ladrillos para durante dos días someterlos, en número de unos cuatro mil, al cocido del fuego. Toda una parábola de la vida en este día, pienso. Nuestra frágil condición se acrisola en la prueba como única técnica para perdurar. Vivir hoy en torno a la muerte, ha sido toda una experiencia. Descanse en paz el del hoyo; los vivos aquí ya quisieran ir al bollo...

sábado, 22 de julio de 2023

LAS CENIZAS DE LA BISABUELA

Vela nocturna a cuenta del trajín en el sobrado de la casa. La madera es así… Su complicidad se ampara sólo en su opacidad. Carreras, saltos, golpes…… intuyo que un lagarto o pequeña “iguana” que he visto merodear estos días por la tapia de la misión, haya encontrado el lugar perfecto para sus prácticas de caza en el bajo techo de casa, segura reserva de insectos de todo tipo. Yo feliz por ello, pero….. sin dormir apenas hoy. 


Las paradojas de la vida me llevan hasta Blanche. Es nuestra ama de llaves. A diario, realiza el camino desde Poto-Poto para atender la cocina, la colada, la limpieza. Viene acompañada, dado que su pequeña viaja en nido anudado a sus espaldas. También la acompaña una niña de facciones diferentes. Es de su aldea y la ha adoptado tras el descalabro de su familia. Esta sencilla mujer presagió el suyo vital y la acogió para que al menos pueda ser todavía lo que es: una niña. Juega a ser mayor. Se ocupa de la pequeña, lava algo de ropa, atiende el agua… siempre con una amplia sonrisa de inocencia recuperada a tiempo. Me topo en el quintal con un artilugio familiar de pretérita retina: “Le fer”. Abre generoso su vientre para acoger las brasas que permitan tras incesantes pasadas sobre la ropa, una tras otra, disimular al menos las arrugas impuestas por el rigor de estas aguas, estos soles y estos tejidos. Descubrir de nuevo su vigencia me lleva por un instante a mis veranos, aliste de nuestra infancia, en casa de los abuelos, donde había alguna plancha que otra de este estilo, como reliquia de un ayer que era siempre motivo de historia narrada por mamá o las tías. Para tío era el recurso perfecto con el que comenzar un fantástico cuento y abrirnos así a la imaginación… Perdón por este precioso “feed back” de un instante de párpados cerrados pero abiertos a la felicidad de una infancia ya en la memoria. 

Identifico por doquier, en medio de la maleza y la vegetación que lo invade también salvajemente todo, arbustos de café que a duras penas muestran sus acharoladas e intensas hojas alanceoladas como si de un desesperado gesto se tratara, para reivindicar su ignota existencia. Sigo soñando en alto. A todo el mundo comento: el café puede ser de nuevo sinónimo de futuro, motor de recuperación de una sociedad desfondada. Quizá sea buen señuelo para el curso esta semana en M´Baïki sobre elaboración y gestión de proyectos. Una experiencia alentada por Cáritas Barcelona para la mejora en dicha tarea. Esta diócesis tiene en la actualidad más de 30 proyectos diferentes en diversos ámbitos. Muchas pequeñas piezas de un gran puzle. Educación, Sanidad, Integración, Paz, Pastoral… son los frentes que se acometen en general para dotar de músculo vital a esta diócesis convencida de lo que se ha convertido en slogan sinodal universal: Be oko (un corazón-comunión), mu maboko (con brazo-participación), wa tokwa (envío-misión).

La vida continua con su rutina, clases, visitas,… Aquí la vida se ha alterado a cuenta de la campaña del apreciado manjar forestal, que como deporte nacional a nadie deja indiferente. Cada día se ve como un reguero de personas, familias enteras, se encaminan hacia el embarcadero para pasar unas semanas en la selva y hacer su “nigrizio agosto”. La vida, me dicen, se normalizará en Setiembre. Todo este ambiente aparece casi a diario aderezado por las tormentas. Estamos en temporada de ellas.


miércoles, 19 de julio de 2023

MUJERES SIN FRONTERAS


Un elemental, pero impecable dispensario de salud contiguo a una, ahora silente escuela, son el escenario de la entrega diaria de estas seis mujeres que viven el Evangelio según San Vicente de Paúl. Tres son Ruandesas. Las otras tres son de origen dispar: Colombia, Burundi y Eritrea. De trato fácil y amable, desde el primer momento han sido esa sonrisa fraternal y cordial que todos anhelamos encontrar especialmente allí donde nos amenaza la inseguridad de no sabernos expresar, de no sabernos si somos comprendidos. Sus nombres quizás son lo de menos. Lo importante es que son expresión de la caridad y están donde estaría Él: con los últimos. Son hijas de Parroquia, su vida no se encierra en los muros de sus dependencias. Viven y participan, como enseñan sus constituciones, de la vida parroquial. Sus puertas siempre abiertas y bien dispuestas a aquello que se precise. 

Estuvieron en Ruanda cuando los tiempos difíciles de la horrible y dramática contienda fraterna entre Hutus y Tutsis. Todos, seguro la recordamos con dolorido ejercicio de memoria. Allí estuvieron ellas. También han estado aquí en estos últimos tiempos convulsos, cuando los garantes de los valores de la república los dejaron solos, abandonados a su suerte, en 2014 (de nuevo repetido en 2021), entre el caos gubernamental reinante y la progresiva proliferación de grupos paramilitares como los Seleka y/o Antibalaka o los conocidos (también por otras coordenadas) Grupos Wagner. Así, en medio de tanta violencia e inseguridad, están ellas como signo indeleble de paz, remanso de acogida y fraterna cordialidad. No están para recomponer nada, están como una sencilla señal de que otro mundo es posible y de que la vida, la de las gentes sencillas, en definitiva quienes siempre acaban resintiéndose de todos los desmanes de las élites sociales, puede ser  mejorada con un libro, un cuaderno e higiene y salud como principios fundamentales.

Cada lunes por la tarde, la oración se hace con ellas y se acaba compartiendo una frugal, sencilla y fraterna mesa, donde la palabra y las  miradas son aderezadas con el gesto, y el silencio hecho oración que aliña el compromiso. La cena de Jesús con los suyos, debió ser un poco así. Algo que comer y mucho que compartir y repartir. Pienso en lo importante que debe ser para estas gentes y estos curas de aquí (para mí siempre lo ha sido la vida religiosa), saberse acompañados por este grupo de mujeres que al margen de toda ideología de género y reconocimientos, manifiestan a diario su alegre fortaleza sirviendo a la debilidad. No hay grandes siglas de programas internacionales en azul. Éstas son en verdad “Hermanas Unidas”, sin grandes fastos, ni presupuestos de dispendio, ni privilegiado pasaporte. El amor no hace ruido, decía S. Vicente, y es verdad, no pierde el tiempo en aquello que no sea sino amar. 

domingo, 16 de julio de 2023

MILAGRO A MEDIA TARDE

 


Hacía ya algún tiempo que no montaba en moto. La sensación aquí es muy distinta. Senderos muy estrechos que apenas se intuyen  entre hierbas de todo tipo que te acarician el rostro. A ambos lados, cual muralla natural, se levanta también todo tipo de vegetación, que como un continuado burladero forestal, acoge en sus márgenes a todo tipo de peatones, niños y mayores, que se protegen al sonido de un cuasi permanente claxon. Evrad me va indicando cuál es el árbol de la goma arábiga, cuál el del caucho, la mandioca,.. un sinfín de especies. Film de la realidad cuyo metraje se realiza a escasos 20 kms/h. En medio de la espesura, unos tejadillos delatan una pequeña población, es Poto-Poto.  Un camino algo mejor se abre ante nosotros y nos conduce ya a poca distancia hasta Paris-Congo. Allí la parada es obligada para ver a un grupo de jóvenes que fabrican ladrillos para una capilla cuyos cimientos prueban su reciente proyección. Me invitan a beber “kangoya”, una bebida natural, muy poco alcohólica generada de un recién talado tronco de Palma. Me explican amigablemente el proceso de fabricación de los “abiriki”, los ladrillos. Moldeado y prensado de la rojiza y tamizada tierra del lugar, secado al sol, y posterior pira de fuego para ser así cocidos. El ritmo es frenético, preciso. Los roles de los trabajadores también. A pesar de ello, el trabajo requiere mucho esfuerzo físico.  

Abandonamos el camino que ahora es ya carretera de tierra. A nuestras espaldas, Mongoussa y M´Baïki. Tras pasar una cordial barrera de control, que nos saluda con su blanca sonrisa y gratuidad de peaje, llegamos a Scad. Es la población más grande de este entorno y, si algo destaca es sobremanera por la plaza, el mercado. Una vistosa y colorida nada que vender, en un destartalada estructura de madera que un día soñó con ser un puesto de mercado. Apenas unos pocos tomates cual canicas, cubiletes de infames e insanos concentrados alimenticios. Unos peces negros puestos sobre unos sacos directamente en el suelo y que acariciaron también en algún momento el querer ser "fumé" y se pasaron directamente a "brûlé"... Los "makongo" por doquier como producto estrella de temporada,... así es el decadente y amplio mercado de Scad. La hora, es por la tarde, evidencia con sus vacíos, presencias seguro de una tumultuosa y trepidante mañana de anuncios vociferados de todo aquello susceptible para estas gentes de poder ser vendido y sacar con ello algunas monedas, de un valor que aún hoy tampoco es suyo (el franco cefa).

Volvemos a Paris-Congo por otra ruta, en la que dejamos a un lado “La Societé”. Un conjunto de casas de madera bien cuidadas, unos depósitos de agua. Los “akota kutukutu”, camiones, son la huella de una actividad maderera llevada hoy por libaneses. Llegamos y le manifiesto mi gratitud por el viaje y cómo mi pobre fe en los milagros se ha fortalecido hoy, al comprobar que, el cartón con dos docenas de huevos que habíamos comprado y yo traía de la mano cual botafumeiro mecido en la arritmia del trayecto, había llegado sano y salvo.

“Laposo”, sábado. Sólo y a pie me encamino hacia la zona de los cafetales. Cruzo un maltrecho puente sobre un riachuelo de claras aguas donde unos pocos nenúfares saludan al frescor de la mañana abiertas sus flores. Una hora de camino y llego a Moscou. Pregunto por los árboles de café. Baruch y Obdilón me los muestran y me explican su ciclo. Verdes ahora, los frutos, tornarán rojos y en Diciembre se recolectarán. Me ven feliz por tener delante el motivo de mi paseo y búsqueda de quien tanto me da cada mañana en esa savia azabache de olor y sabor intensos. Regreso con mucho calor.

Domingo, “Layenga”. Mi primera eucaristía en Sango con homilía en francés, traducida a dicha lengua por el catequista. Al terminar, y ya a la sombra del campanario se ve que están alegres y me manifiestan su felicidad al escucharme en Sango. Sus caras son todo un estímulo para seguir en esta tarea. Les he obsequiado con unos rosarios que me confiaron para ello las Carmelitas de Toro. Buen día para este gesto.

jueves, 13 de julio de 2023

LEITMOTIV

No ha escuchado nunca a los Beatles. Tampoco sabe quiénes son Cervantes o Coldplay. Ignora la existencia (por supuesto no la ha visto) del Rey León… Atónito está ante las cualidades táctiles de un Smartphone. Están con esa telefonía que  nosotros ya manejábamos en los 90, de teclados predictivos y pantallas en negro. Este es el punto contextual de nuestro encuentro en torno a una mesa entre un joven de apenas 27 años, sacerdote, y yo. Dos mundos, de preámbulos dispares, que se buscan para encontrarse. El recuerdo indeleble de la guerra, que él si ha vivido en sus últimos compases, le marca tan profundamente que hasta su rostro se duele transformado en el gesto y en el tono y ritmos de su argumento. “Nosotros, Padre, nuestros abuelos vivieron la colonia, ni siquiera eso porque esto fue una concesión que Francia hizo de modo particular y caprichoso a una Sociedad de Explotación”. “Nuestros padres y mi generación hemos vivido la guerra… diferentes momentos pero una única realidad de muerte, destrucción, horror y un retroceso sin sentido. ... Apenas se lo que es vivir en paz”. Sus palabras son como lágrimas arrastradas desde su rabiado interior que al pronunciarlas tornan reproche dirigido a no se sabe muy bien quien…. Me producen una sensible fenda cordial. Escucharle me emociona.

En el embarcadero los jóvenes me hablan de falta de horizontes, y de una de sus cualidades vitales…. “la souffrance”. Les explico que creo no es una cualidad. Están convencidos que viven para soportar el sufrimiento, de ser colonizados primero, violentados después y ahora olvidados finalmente por los suyos que viven inmersos en la corrupción y por todo un mundo que les ignora. Viven sometidos al destino impuesto siempre, por blancos, por las armas, por ellos mismos. “Necesitamos esperanza, Padre, creer que todo esto puede cambiar y puede ser de otro modo”. ¿Quiere viajar a la otra orilla del río?, ¡le llevamos con gusto!”. He venido a estar con vosotros, así que cuando cruce, cruzaré con vosotros y me acompañaréis a Loko!. Ayudar a montar en la canoa una mamá embarazadísima y ya con tres pequeños a su cargo. Atarles bien la carga, quitarles los pollos muertos que llevaban asfixiados a sus espaldas y dejarles sólo los supervivientes. Ajustarles la bala de ropa, no se si limpia o sucia, pero sí bien húmeda y pesada, colocarles los peces,…. Tareas todas ellas a las que me he uncido mientras estuve con ellos, compartiendo un poco de palabra y gesto.

Hoy en la misión, un profe de Kokombé, aldea por la que ayer pasé de ida y de regreso, dice que el “Ngômbaya Bwa” (El nuevo Padre blanco), era la conversación por los rincones del poblado. Verme como aquél de Hammelin, se ve que es una estampa que les ha llamado la atención, porque música todavía no se componer en Sango… Hoy han sido destacados en la evaluación del Colegio en su  cuadro de honor, Dedemo y Pancrace, mis grandes maestros infantiles. En ellos pienso, en su futuro cuando repaso este mantra existencial que parece perseguir a esta sociedad y que amenaza hacerse suyo un día también. Nadie ha nacido para sufrir. De ahí que ser y hacer, sean también para RCA el preámbulo de un mañana por estrenar entre todos. Quizá éste sea el sueño de Dios: sembrar y contagiar esperanza. Quizá,… hacia él nos orientamos. Al saludarles se les escucha en reiterativo tono, un "Merci" que se siente aún de obligado cumplimiento colonial, más que de espontánea educación. ¡Buscamos ese norte de libertad y alegría! Pancrace ya aprendió a hacerlo. Vislumbrar estas tierras felices, de nuevo preñadas de preciosos y sabrosos cafetales, (en esta ocasión suyos en verdad), es quizá la utopía que sólo el tiempo sabe si la hará suya un día. 





domingo, 9 de julio de 2023

LEMBË


Crusoe llamó “Viernes” al que sería su buen compañero en la novela. En mi caso le he llamado “Lembë” (embajador). No lo he salvado de nada pero desde el primer día me sigue a todas partes cuando estoy en casa. Por la noche, el suelo de la casa, también de madera le delata, y sus brincos  responden seguro a algún ratoncillo. Es un gato común menudillo, blanco y pardo, de ojos grises. Un compañero inesperado. Es vivo y muy rápido. Cuando me mira, da la impresión que él también comprende un poco de qué va todo esto. Quienes saben de misión, conocen que los gatos son eficaces detectores de serpientes y otros vecinos no invitados, tampoco bien recibidos y menos de improviso. Su comportamiento avisa y delata este tipo de presencias no muy agradables.  Aquí las hay, verdes y amarillas, grandes y pequeñas…

El sábado, aprovechando tregua de tormentas, me fui con Pancrace, hasta el rio Lobaye que casi traza frontera con Brazzaville, escasos unos tres kilómetros de casa. El sendero bulle de vida. Mamás con enormes cestos de ropa sobre la cabeza y rodeadas también de niños; chicos con cabrillas y pollos al hombro; pandillas de adolescentes y jóvenes con sus machetes. A algunos los encontramos limpiando el camino. Los viandantes más numerosos son aquellos que portan el “kako”, una estructura de mimbre que llevan a la espalda amparada por cabeza y hombros. Rodrigo es uno de ellos con el que hago trecho. Me cuenta que van al bosque, del otro lado del río, en busca del preciado botín tras las lluvias. Estará una semana fuera de su casa. Me dice cómo los venden y le da tiempo también para instruirme acerca de unas ruinas coloniales, ya en la rivera del Lobaye. Inmersas en maleza, apenas se distinguen muros y ventanas de casas, pertenecientes un día a la sociedad de explotación a la que se le confiaron estas tierras para el cultivo del café y la explotación del caucho. Tras irse los franceses, la población ¡lo destruyó todo!. Prefirieron arañar los ladrillos, maderas y tejas de la superficie de su tierra, a vivir en ellas. Esto ya dice mucho al respecto. Sólo queda en pie un oxidado e inservible, enorme depósito de agua perteneciente a la extinta hacienda, como único testimonio de un pasado lacerante y aún demasiado presente en sus vidas. 

Ya en el embarcadero, lavanderas y discípulos de Caronte con sus piraguas de una sola pieza de árbol. Cobran a la gente la voluntad y en especie, por realizar el tránsito fluvial tan deseado. Hablo con ellos. Regresamos tras una mañana de relación con la población. Pancrace está feliz de haber aprendido a manejar la experimentada brújula que Juan me confió en Madrid la misma mañana de salir para aquí. Ya por la tarde ojeo un viejo ejemplar del “Kozo Mbouki” (AT), que he encontrado. Mi inclinación me lleva hasta “nguia ti Nzapa si a yeke mou na ala ngangou”! de Neh 8,10b.

Un enjambre de niños se combinan, además de una áspera estructura más o menos esférica envuelta y enredada de todo a modo de balón; un variado y vital griterío, ajeno a preocupación alguna. La vida para ellos es simplemente algo más sencillo… Yo hoy también he recordado mi ser niño, cuando tras la misa, guardé la ropa y zapatos de domingo hasta su nueva hebdomadaria cita.

viernes, 7 de julio de 2023

SALLE P. KANDELE


Así reza escrito con pintura, encima de la puerta del barracón. Su nombre remite a uno de los primeros misioneros espiritanos del lugar. Es un barracón húmedo, oscuro y sombrío que utilizan para catequesis. Unas seis amplias ventanas  en madera que se abaten hacia arriba, deberían proporcionar luz a este espacio. Una vez abiertas se sujetan con una tabla, anclada en el marco, y que de este modo soportan el peso de la ventana. Dentro, unos bancos destartalados, apenas una única mesa y una pizarra de madera negra sobre la que la tiza se desliza, dejando los trazos de un mensaje, que sin orden ni método, llenan por doquier el tablero. Este es mi espacio de aprendizaje del sango. Vocales, cifras, verbos, pronombres....  Paul, el profesor, revisa cada poco las anotaciones de un viejo cuaderno. Cada ojeada le da pie a copiarlas en el encerado.  Así tres días a la semana y tres horas cada día. El precio del curso, me ha indicado hoy, es de 25.000 fr. (38,2€). 

Tras las clases del martes, fui a despejarme dando un paseo hasta el centro de salud. Por el camino una nube de niños corrieron hacia mí, para darme sus pequeñitas manos y saludarme todos. Sonrientes manifiestan su sorpresa ante mi sincero, y seguro que también torpe, saludo en sango. Ya en el recinto sanitario, he saludado al personal y la gente que hasta allí ha acudido, aquejados de diferentes males, sobre todo, paludismo. Visito de nuevo a un joven que conocí el otros día, recién ingresado a causa de una caída que le hirió la cabeza y una mano. Aún sigue ingresado y con los vendajes correspondientes. Apenas puedo decirle verbalmente algo, pero muestra su agradecimiento por el interés y la visita. Pancrace, el monaguillo, me enseña la pronunciación. De este modo, a pesar de celebrar juntos la eucaristía a diario a las seis de la mañana, después en clase ya con él, la "leemos de nuevo". Tiene respeto y le cuesta corregirme, pero creo ha entendido por fin, tenga que ser así para que yo aprenda. 

El resto de los detalles de esta primera semana pasan por la limpieza a fondo de la habitación. Barrer y fregar a fondo el suelo, repasar todas las paredes esquinas y techo, limpiar armario, cama y mesa... Quité las cortinas y las aguas resultantes revelaban que necesitaban ese refresco de memoria, en su deseo de querer quedarse en blanco, como un día así fueron. El caso es que mis primeros compases son a modo de un Demiurgo.  Pensaba en uno de mis paseos, sobre aquellos pioneros que hasta aquí llegaron hace más de un siglo. Me estimula pensar en ellos y su valor cuando pienso en esta lengua y costumbres desconocidas. Las sobremesas son el espacio preferido por Evrad, el cura joven, para hablar. Dice que le gusta cómo escucho Descubro a un crío lleno de ilusión al que el panorama de este país y el constante ambiente de guerra, le hacen añicos su fantasía. Apenas unos días han servido para haber ganado su confianza, tiene un carácter abierto. Dura su realidad aquí en medio de la selva, en medio de la nada...Hoy me ha visto tender mi última colada. "Padre, aquí lavan las mujeres!" entonces, le respondí, "me uniré a Marie so a ngba na se-tere lo" (virgen María). Sus grandes ojos de niño han brillado de modo especial, ha meneado la cabeza y sonreído de corazón. 

lunes, 3 de julio de 2023

ROSTRATA ABANDONADA

La mañana presagia por fin, el imperio del sol, algo anhelado para que esta tarde podamos acercarnos a Safa, que dista 30 kms de M’Baïki. Uno en ocasiones echa en falta lo elemental, lo que de otro modo hubiera pasado inadvertido. En mi caso esta mañana de recogida de habitación, un invento muy nuestro: La ilustre fregona!. Las herencias coloniales han dejado por aquí el “mocho gabacho”, esto es; una gamuza de tela muy fuerte que se empapa y se restriega por el suelo y que después hay que retomar, limpiar y escurrir….. Mi paciencia me recuerda que estamos en tierras de misión.

Tras la comida, cargamos el Land-cruiser y emprendemos camino, que progresivamente se va transformando en sendero y al desaparecer los  indicios de rodadura del mismo pasa a ser  lo siguiente, que desconozco cómo se puede denominar. Barro y grandes zonas encharcadas. Me percato al cruzarlas de su hondura…  En una de ellas…, nos quedamos atrapados. Reductora, marcha atrás y salimos. Es el momento de cambiar al sistema de doble tracción. Un mecanismo que se activa mediante un giro en el centro de las llantas. La diferencia es notable. Lentitud y fortaleza, pero gracias a ello, salvamos los inconvenientes de todo el trayecto, que logramos recorrer en tiempo récord: una hora y media. 

Llegar a Safa es llegar a una aldea en medio de la selva, muy cerca ya de Brazzaville, apenas al otro lado del rio Lobaye. Es uno de los primeros enclaves de misión en este país. Hay un centro de salud y una escuela, regentados ambos magistralmente por las Hijas de la Caridad. Hay una Parroquia dedicada al Sagrado Corazón y un internado escolar de chicos, ahora silenciado por el vacío vacacional. La casa de la misión es toda ella de madera, similar a las que, desperdigadas por la zona, vestigian un pasado reciente colonial dedicado a la explotación de la “goma arábiga”. Esta exudación de la especie de las acacias que era aprovechada como espesante y/o estabilizante natural para diversas aplicaciones industriales, en farmacia y alimentación. Hoy, es un reducto del pasado, reproducidas sus cualidades en química de laboratorio. 

Una larga sobremesa nocturna nos lleva al ansiado descanso que permita el ensamblaje de nuestros huesos y extremidades sacudidos por doquier en el camino. Un toque de campana indica que son las 5. Un gallo lo repite quince minutos después. Tras la oración y laudes, un desayuno y celebración de la Eucaristía dominical a las 08:30.  Comunidad animada y muy joven, puesto que los adultos están recogiendo en la selva el “makongo”, ese gusanito que hace las delicias de sus paladares y su venta les permite algún auxilio al maltrecho sustento. Me presentan y comparten la razón de mi presencia entre ellos unos meses (6): aprender el Sango. La colecta de la misa aporta 3845 francos CEFA (5,87€), Digamos que el equivalente aqui a dos jornales de albañil. El Obispo y José Antonio, al terminar la celebración, se regresan y para mí empieza una nueva etapa, en medio de la nada, (pobreza, miseria) y estas gentes. Comienzo mis clases de la mano de los mejores maestros: lo niños. Pancrace, será en estos primeros días, quién me ayude con las expresiones más necesarias para poder vivir en modo básico.