domingo, 31 de diciembre de 2023

HARMATÁN

Es alisio y propio de esta estación seca Durante estos meses hasta abril, nos acompañara como seña de identidad inequívoca de la ausencia de lluvias. Es frío por la noche y seco por el día. Viene envuelto en una nube de polvo que a modo de halo o manto, le hace aún más característico, bien al amanecer o al atardecer. Por la mañana el horizonte aparece con esa niebla gris húmeda que se torna al caer el sol en plomizo de tierra en suspensión, efecto del cansancio de un . Yo ya conocía su versión palestina en lo que allí llaman Hamsin, esa leve brisa que al llegar la noche refrescaba el tórrido diario, adquirido durante toda una sucesión de horas.

Hemos cambiado las lluvias por este efecto que nos hace estar con sensación de sequedad, viento que en apenas unos minutos permite tomar conciencia de una temperatura  estival, aunque estemos en Diciembre. Este viento otorga al día una luminosidad más propia de espectáculo que de un normal discurrir, al punto de atemorizar la climatología imperante hasta el momento e inhibir en su totalidad la pluviosidad. Vivir en la línea del ecuador es así de caprichoso y peculiar.

Es aprovechada esta temporada por los habitantes del lugar, para hacer quemas de cunetas y otras tierras, con la esperanza de que el fuego ponga en huida a pequeños roedores que con un poco de suerte, servirán de complemento al alimento diario de la mandioca. Calor del cielo, calor de la tierra. Tierra en suspensión, ceniza al viento.. es todo ello un festival a los sentidos, a los que se une el olfato al percibir el perfume de la hoguera.

Este calor deshidrata los barros y lodazales de los caminos, dejando al descubierto las oquedades  que otrora atravesábamos a ciegas, sumergiéndonos en aquel agua embarrada por demás, espesura de sorpresas. Ahora todo es visible y perceptibles las roderas que aserradas, amenazan con cercenar la escasa velocidad que permite el tránsito por este medio. Uno ya no sabe qué es mejor si el camino rebosante de escaramuzada agua o con los perfiles curtidos al sol de endurecida entraña roja. El caso es que de uno modo o del otro, el camino espera ser transitado con esmero y prudencia, áfrica no es para prisas.

Esta temporada es ocasión para aprovechar y recorrer caminos o visitar poblados y gentes. En medio de tanto secarral y polvorienta atmósfera, al menos se puede ir de un lugar a otro con la certeza de ver tal cual es el propio camino, con la certeza de poder programar y cumplir lo previsto dado que la lluvia no trastocará el deseo manifestado en un papel que a modo de plano, guiará tu presencia en uno u otro lugar.

África es un motor de dos tiempos: la lluvia y el calor. África se mueve con un combustible único: la calma. Y como si de una persona longeva se tratara, los caminos son lugares de encuentro y portadores de vitalidad, como esas venas que recorren una piel gastada y arrugada, al punto de hacerla bella en su mismo serpentear. El Harmatán llena de cambios a una tierra acostumbrada durante meses al continuo suceder de tormenta y agua, rompiendo con ello ese ritmo  inalterable de lo establecido. También altera la vida de estas gentes y es excusa de muchos males temporales contraídos, así como responsable para muchos, de la alteración del carácter, el sueño y no pocas realidades más. Antídoto para esta tentación del pensamiento es observar a los pequeños, quienes siguen jugando a pesar de todo como antes, indicador de que apenas nada hubiera cambiado. 

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