lunes, 4 de diciembre de 2023

EL CARDENAL

 Le conocí el pasado mes de Enero, cuando puse por vez primera los pies en esta tierra, en el centro del continente africano. Me pareció un gran hombre, cierto que lo es en lo físico, pero también en su personalidad. Afable, cercano, simpático, hablador, con sentido del humor y desde  luego muy normal. Bueno, muy normal no es, tiene toques de ser extraordinario. Un referente para este pueblo y esta iglesia. Me refiero al Cardenal Dieudonné Nzapalainga.

Un cincuentón como yo, pero él centroafricano. Nacido en el seno de una familia cristiana interconfesional, esto es de padre y madre protestante y católica. Su nombre reduplica en francés y en sango, ser un “regalo de Dios”. Y lo es. Educado con los misioneros Espiritanos, de los que él es miembro, estuvo en Marsella donde se curtió en un ambiente juvenil muy difícil, intercultural y marginal como educador de un internado. Regresado a su tierra tuvo que hacer poco a poco frente a una violencia enquistada, general e indiscriminada. Unas veces con valor simulado, otras con ingenio, el caso es que se ha ganado a pulso el reconocimiento y el respeto de esta sociedad un tanto convulsa y de incierta estabilidad. Hecho obispo auxiliar, le tocó también poner orden dentro de la iglesia en diversas dimensiones. 

Hecho Cardenal por Benedicto XVI, es uno de los  más jóvenes, representa y anima a todo un país que quiere salir de este ambiente de hostilidad e imprevisible siempre amenaza de brote de violencia.Testigo de la valiente y profética visita del papa Francisco a Banghi, donde se abrió con solemnidad el año de la misericordia para toda la iglesia cuando empujó las puertas de la catedral, fue en medio de amenazas y guerra real, un signo de la victoria del perdón, del encuentro y la paz, en una sociedad crucificada por la muerte, la venganza y la guerra. Amigo de todos, no tiene reparos en el acercamiento y diálogo interreligioso, como primer compromiso y aportación para la paz

No tiene chófer, conduce él mismo. Sus gafas están para el desguace en patillas y cristales, pero dice que aún hay que aprovecharlas. Un hombre sencillo en gestos y palabras Ha pasado a Batalimo y ha parado a saludar. Se acordaba de mí y sabía que la presencia del Instituto Español de Misiones Extranjeras (IEME) que se había iniciado hace un año y medio con José Antonio, de la diócesis de Burgos, ahora se había incrementado con la mía. Me dio sinceramente las gracias por estar en RCA, por haber hecho opción por este pueblo e iglesia pobres en verdad. Tuvo unas palabras bonitas para mi obispo de Zamora, de gratitud por la generosidad de confiar un sacerdote a este país y se alegró mucho de que el IEME esté en M´Bata, una parroquia estratégica. 

Estuvo a gusto en casa con nosotros pero pidió visitar un momento el internado femenino “Santa Mónica” que la parroquia tiene confiado a las Dominicas Misioneras de África y donde estudian 170 niñas de diversas partes del país. Tuvo para ellas palabras también de cercanía y responsabilidad acerca de los estudios y su formación, hablándoles de la importancia que tienen ambos para forjar su futuro y el destino de esta desmembrada y convulsa nación. No vino cargado de palabras, si no también de productos: arroz, sal, mandioca, jabón, aceite, conservas,… un lote generoso con el que colaborar con este proyecto. Bajo una oscura noche y lloviendo sin parar, reemprendió camino a su destino, a unos 17 kilómetros de M’Bata, una hora al menos de trayecto.

Todos hemos sentido una alegría sincera. No porque nos contase los entresijos del reciente Sínodo o cualquier otro análisis que hicimos de diversos aspectos de la sociedad, la iglesia o la política. Sobre todo porque un hombre de Dios se ha acercado hasta nosotros, nos ha visitado y nos ha mostrado con extremada naturalidad que la cercanía de Dios nos acerca a unos y otros, que su humildad nos educa y su mansedumbre nos anima en el quehacer de cada día. No todos los días se puede tener a un cardenal de la iglesia en casa y menos aún con tan cordial sencillez y normalidad. 

Cuando sujetando el paraguas nos dirigíamos al coche, le comenté que su libro fue el regalo que hice a diversas personas antes de venirme y que su lectura no ha dejado a ninguno indiferente, se detuvo, me cogió amigablemente del brazo, ajeno al arrecio de lluvia incesante y me dijo: “Padre, todos tenemos nuestra historia de Dios, la mía es esa que he puesto por escrito. Usted y multitud de personas que no la tienen escrita, la viven. Eso es lo de veras importante”.  Con un ¡hasta pronto, Padre! Que emergía de una ventanilla abierta una rendija a pesar del agua del cielo, este hombre, este regalo de Dios, abría la negritud de la noche con la luz de los focos de su vehículo y emprendía ruta envuelto en una continua hilatura de agua.  

1 comentario:

  1. Me ha emocionado el relato de la visita del Cardenal a esa humilde parroqia de RCA. ¡ Cuánto nos queda por aprender! Humildad, fraternidad, respeto.... Gracias, Jesús.

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