martes, 1 de julio de 2025

LATIDOS EN EL CAMINO

Hoy os propongo unas reflexiones a propósito de diversos textos bíblicos que me han acompañado esta semana en la oración, al hilo del sentir unánime del corazón de Jesús. Me dará seguro también para la próxima entrada, así nos sirven para respirar hondamente la Palabra. No pongo las citas porque los percibiréis e identificareis muy bien. Qué duda cabe que me inspira y anima a todo esto la alegría y el tesón mostrados por Grace, quien ya aferrada a sus toscas muletas afronta con dolor (seguro), pero sin perder su sonrisa, el reto de hacer camino.


Algunos biblistas se atreven a indicar, que uno de los dos discípulos de Emaús, era una mujer puesto que la costumbre mandaba que eran ellas quienes invitaban a los forasteros a participar de la mesa. No voy a pelear este sugestivo matiz, pero me quedo cómo una nueva historia, una nueva vida, comienza en ambos y después para el resto, con la experiencia común de la frustración. Inmersos en el desánimo globalizado a cuenta de no pocos problemas, violencia, amenazas, deterioro del medio ambiente, corrupción, todo lo que suponga fuente de desesperanza y tristeza  para nuestros corazones, es el inicio de una realidad extraordinaria y ésta nace de lo ordinario y en este ambiente encontramos el compartir. Es precisamente en esta acción, cuando la hacemos bien, cuando nuestros ojos se abren y son capaces de reconocer una presencia en lo ordinario, en el desánimo, llena de novedad. Este compartir nos permite descubrir e identificar esa presencia que deja a un lado las preocupaciones e inquietudes por tantas otras cosas.  Nos resitúa y lanza de nuevo a la misión. Nos sentimos reconocidos y encontrados cuando escuchamos nuestro nombre. Él es el buen pastor, nos conoce y nos confía "sus ovejas", son de Él, nunca nuestras. La misión es suya. 

Este encuentro, que oxigena el alma, está fundamentado en la comunicación, esa característica que diferencia el cielo del infierno. Por eso la muerte en no pocos casos es siempre algo más que una cesación biológica, es un aislamiento, es la condena de no poder ser escuchado, de no poderse comunicar, estar en comunión. La fe siempre es simpática, abierta, extrovertida, curiosa, atrevida y por eso siempre acaba sorprendiéndonos un poco. La empatía del misterio de Dios con nosotros nos hace ser así también a nosotros y sabernos transformados, es es creo el principio de la misión, dejarse transformar descubriendo cómo Dios mismo participa de nuestra historia humana, de las alegrías y derrotas, de los intentos y las cobardías, de los éxitos  y de los fracasos. Todo, todo, la vida con todos sus aspectos, le sirve a Dios, nada de nuestra condición le extraña y lo hace siempre desde la aparente derrota, desde el silencio encarnado, desde esa prudencia pedagógica que le caracteriza en su humildad. Todo es una experiencia, también esto que dibujo hoy, una experiencia con Quien te ha visto, escuchado, tocado y transformado. Es algo dolorosamente fascinante pasar del reproche del abandono  físico a la entrega confiada del espiritu, y todo ello se da en la cruz.

Creo que la misión consiste en participar de esta experiencia y encender los corazones de quienes Dios te pone en el aquí y ahora del camino de la vida. Hemos dicho muchas veces que misión no es sólo hacer ni construir, es sobre todo amar. Descubres que tienes corazón de Evangelizador cuando amas a los que Él ha acercado a tu corazón y a tu vida. No consiste en hablar bien, en resolver problemas, (que también) si no y sobre todo en amar. Hace pocos días morían Cirilo y Rafa Janin, misioneros de talla y si algo te queda de sus vidas es ver cuánto amor han dejado en la estla de sus ministerios, cuantos alientos regalados, cuantos encuentros propiciados. Un misionero siempre participa de la osadía simpática de Jesús y del Evangelio. Y esto es un estilo, algo que se va educando toda la vida, corrigiendo  a su vez y nunca exento de tentaciones de las que resalto el desánimo y el pesimismo. Cuando contagiamos tristeza y pesadumbre nos hemos convertido en simples analistas. Un cristiano, un misionero se dice en su alegría, en la atemperada confianza de que Dios hace camino con nosotros, porque somos suyos. 

Es verdad que a veces el sanador se siente herido, el animador vulnerable, pero incluso en estos estados de vida y ánimo, se vislumbra ese haz de alegría, que nada ni nadie nos arrebatará. Pero Jesús la más de las veces nos enseña en el camino, también nos sienta y nos explica con calma la hondura de su ser, pero sobre todo es el camino, el escenario del aprendizaje, como si de un viajero un pedagogo del Padre se tratara. Por eso es tan importante la dimensión sinodal, movimiento, horizonte, compañía, paso y cuneta. Todo nos habla de Dios. Una actitud que brota de este principio es la valentía, el no tener miedo, el abandonar nuestras seguridades, superar etiquetas y vencer estereotipos: No somos puritanos, nos hemos de manchar en el camino, ese camino al que hemos salido en virtud de esa llamada que nos anima a respirar todo aquello por donde pasamos, no estar preocupados por nuestra atmósfera ideal, sabiendo comprender, disculpar, exigir, dar y recibir. El evangelizador es la persona de la reciprocidad de la gracia, esta gracia que no nos ahorra tampoco todo lo que vivió el propio Jesús. Cuando haces camino, percibes los latidos de todos aquellos que lo hacen contigo, incluso de aquellos que quedaron atrás, también de los del porvenir.

1 comentario:

  1. Hoy he tenido que releer el texto y todavía tengo que volver a leerlo para degustarlo y paladearlo. Todo un resumen de lo creído, vivido, compartido y esperado. Un abrazo muy fuerte.

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