La verdad que ha sido una semana frenética. Trabajos en M’bata, viaje a Bangui y Consejo Parroquial, aderezado con la solemnidad de Todos los Santos y la conmemoración de los fieles difuntos… no ha quedado mucho tiempo como para sentarse y compartir unas letras, como es puntual y costumbre. Imagino que encuentre la disculpa de quienes os acercáis a estas crónicas y que por cierto hoy ya pasamos un ciento largo de veintemil lectores.
El muro ya está terminado, por fin, y ahora sólo queda la embocadura de la puerta y darle a todo él la terminación horizontal que recorra todo su perímetro y lo proteja, especialmente de la lluvia. El viaje a Bangui estaba motivado por la compra de diversos elementos que ya nos son necesarios para ir terminando y preparando la siguiente obra, que será la rehabilitación total de la casa de los chavales aka que tenemos escolarizados y el arreglo de una cocina cuyo uso siempre está al servicio de todos los acontecimientos y reuniones que concitan aquí a diversos colectivos durante el curso.
Un viaje tedioso en el que el divertimento principal ha sido ir esquivando el deteriorado camino, ahora lleno de agua. El precio que hay que pagar para ir a Bangui es alto. Apenas 120 kilómetros en los que empleé cuatro horas y media para ir y a cinco para regresar al día siguiente. Como aquí se aprovecha toda ocasión, el obispo me pidió pudiera traer a una persona aka que meses atrás había sido operado, dándole con ello una nueva oportunidad sobre este suelo. Contacté con él y quedé que al día siguiente a las 08:00 lo recogía en la emblemática parroquia de Fátima. Es una pena, pero es así, que para comprar una miserable crema para los dientes haya que pasar por este calvario de viaje. No digamos ya si lo que precisamos son cosas más elaboradas como unas grapas, unos sobres o papel higiénico. Para todo hay que programar y realizar este cansino periplo. Bangui, ruidosa, sucia, populosa y llena de imprevistos por todos lados…
Aproveché a comprar todo en el PK5 y después disfrutar de u merecido encuentro con Pepe, quien ya tiene la primera fase del proyecto casi realizado Me dice que nota las diferencia entre Angola y esto… yo ya lo advertí también al poco de estar aquí. Por goleada, aquí hay más miseria, en todas sus variantes, física, moral, estructural y humana. Compartir su sentido del humor es bálsamo para tanta penuria que nos circunda y antídoto para el desaliento.
No podía salir tan bien la jornada de regreso como la anterior. Eran las 9:30 y estábamos saliendo de Bangui, porque la persona en cuestión, estaba a la hora y lugar indicados, sí, pero como siempre hay una parte del iceberg que no vemos. Tocó ir a recoger a su mujer e hija (siempre es así cuando te dicen si le puedes llevar, y aparecen otras personas y enseres que va en el tándem). Me cuesta acostumbrarme todavía a estas actitudes. Así, haciendo un recorrido penoso por unas calles y ambientes que prefiero no describir ahora, llegamos a una “casa” donde esperaban ellas y un gran equipaje. Todo al punto excepto la medicación que la dejaría olvidada y habrá que volver a por ella con motivo de otra visita a la Nínive del Oubangui. Al pasar por la capilla de Bokanga, celebramos la eucaristía de clausura del mes de octubre, mes del rosario, con la Legión de María. Celebración y ambiente muy cordiales y animados. Al llegar a M'bata dejé a la familia e su misma casa y compartí con ellos una buena parte del ofertorio de Bokanga con el pretexto de poder celebrar bien el retorno al hogar y con salud.
Los días siguientes estuvieron marcados por la liturgia de los primeros días de noviembre. El día del Consejo parroquial, nuevo ya, formado por 40 personas, (más de cien es lo que me encontré y resultaba inviable), nos ocupó seis horas, sólo interrumpidas por un suspiro de quince minutos. Hemos organizado el Grupo de Jóvenes, así como las comisiones de Justicia y paz y Laudato si, inexistentes hasta ahora. Además hemos apuntado algún que otro asunto de calado.
Por fin, de nuevo, domingo y en Mokinda la Eucaristía como siempre muy sencilla y participada y sentida. La pobreza del lugar o fue inconveniente para que en el ofertorio hubiera una calabaza, dos pequeños manojos de plátanos y una pastilla de jabón. La tarde la dediqué a descansar y poner en claro algunas de las experiencias vividas, donde sobre todo destaca el señorío de los pobres y así lo que podría ser considerado como abuso de confianza, es sobre todo prueba para nuestra paciencia y ejercicio noble de la caridad.
Enhorabuena por el muro de las necesidades y no de las lamentaciones.
ResponderEliminarSi que he echado de en falta las crónicas semanales. Un abrazo.