Han sido días de mucho trabajo compartido. Si la semana pasada fue el Consejo pastoral diocesano, ésta ha sido la Asamblea diocesana, la que nos ha hecho trabajar durante cuatro días completos a unas setenta personas de toda la geografía diocesana. Tras la jornada dedicada a las diferentes comisiones (delegaciones) nos hemos centrado en el triple Jubileo que celebraremos en 2025. El primero con toda la Iglesia como peregrinos de esperanza. El segundo para celebrar los ciento treinta años de evangelización de este país, al conmemorar la llegada de los primeros misioneros espiritanos. El tercero el centenario de la construcción por éstos de la iglesia de Sta Juana de Arco en M’baïki y que desde hace veintinueve es la catedral, al erigirse entonces la diócesis. Todos los programas están llenos de celebraciones. El lema escogido para este último recoge la idea de bendición y misión: Lobaye bendecida: ¡Anuncia el Evangelio!.
El sábado me regresé con los “yaya kota” de cada uno de los sectores de mi parroquia y para evitar el barro y poder llevarlos a sus respectivos poblados, rodee haciéndome unos 90 kilómetros en tres horas, sorteando charcos enormes y circundando roderas infames. A Mathïas y Anasthase con sus tres niños y sus equipajes los recogí en Mokinda. Cenamos a la española y pernoctaron en la misión. Seguro que para Tarsice, el pequeño, será inolvidable porque ha sido la primera vez que ha visto y degustado…. un yogurt.
La mañana del domingo estuvo marcada por el inicio de curso pastoral en la diócesis y en M´bata, donde animé a todos a caminar en comunión sintiéndonos bendecidos y enviados. En el contexto de la misa esta familia recibió en la segunda colecta, la ayuda de los cristianos para la experiencia de formación de catequistas de cuatro meses a la que se iniciarán hoy por la tarde. Es hermoso ver cómo gente pobre en verdad colaboran con la parroquia en la colecta (19650 Fcfa = 30€) y después tienen voluntad para hacerlo para el sostenimiento de los catequistas con unos 40€ y numerosos productos, tales como leña para la cocina, mandioca, calabazas, bananas, setas, pollos, aceite…..
Tras la celebración salimos para Banghi-Bouchia donde nos esperaban Yves y Juli con su pequeño, que se irán de catequistas misioneros a una zona de la diócesis necesitada especialmente de evangelización. Bonito el que antes de salir, su madre le bendijera y me pidiera hacer una oración improvisada, en medio de las cabañas y rodeado de multitud de personas, vecinos, familia, fieles….. Cargado todo, nuestra penúltima estación era Bokanga donde Bernard, Yamile y sus tres niños, nos esperaban para lo mismo, esto es, confiar al coche sus pertenecías y dádivas y dirigirnos a M’Baïki para comenzar su período de formación. El equipaje de todos, básicamente el mismo. Unos colchones de espuma enrollados, enseres de cocina en hatillos, unos bolsos de ropa y un poco de todo… al punto que en el coche parecía no caber nada. Los jóvenes que estaban allí ayudando, cortaron seis mástiles de bambú y los colocaron en los laterales de la pick up a modo de las teleras de los remolques de nuestros tractores y mediante cuerdas, trenzaron una malla que sujetaba la abultada carga. En la cabina del coche viajábamos siete adultos y seis niños, no me digáis cómo… El viaje lo realice despacio en verdad, con cuatro horas, para evitar disgustos, llegando a M’baïki ya entrada la oscuridad de la noche. Descargaron todo, se alojaron en sus casitas y en ellas acogieron esa noche a Yves y familia hasta las cinco de la mañana, hora en la que partieron hacia su destino, viaje que les llevaría unas doce horas.
Estas experiencias de hoy te permiten pensar acerca de cómo es la vida de estas gentes y cómo su fe. Su vida es pobre y ligera en el sentido que apenas tienen nada y esa nada la enrollan y les acompaña donde vayan a reclinar la cabeza. De igual modo su fe, sencilla, generosa y comprometida. Sus esfuerzos lo evidencian. Y todo ello con la calma por la que circula por aquí la savia… la tranquilidad de quien sabe que la vida en sí es un milagro frágil y un modo de apurarlo es acariciarlo poco a poco. Vidas a cuestas y con tiento.
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