jueves, 25 de enero de 2024

DIOSIDENCIAS

 Entre las pocas cosas que me traje, está el reloj de mi hermano Juan Carlos, que muy generosamente me confiaron mi cuñada y sobrinos. Aquí lo he puesto bastante, pero llevaba unas semanas sin hacerlo a cuenta del calor. Hoy por la mañana, instintivamente me lo he puesto de nuevo en la muñeca. La vida misma te sorprende cuando tras abrir el face, al poco tiempo el gestor de la aplicación me propone actualizar un recuerdo tal día como hoy hace un año. Resulta que ese recuerdo responde la citada entrega. Un guiño de la Providencia, que nosotros claudicando al dictamen de la razón, llamamos muy a menudo casualidades, nos parece más propio, menos comprometedor. Hay ausencias que te acompañan siempre hasta que tú mismo te unas a ellos. La suya en especial.  Pienso en ello y cómo seguro se embarcaría a esta tarea en distintos momentos, aportando solidariamente sus conocimientos y experiencias de aquello que él supo hacer bien: construir.

El caso es que misteriosamente él también forma parte de ese contingente espiritual que me acompaña en la misión. Su reloj “Bultaco” así me lo recuerda segundo a segundo, minuto a minuto. Ayer de igual modo una mamá, Teyko, me enviaba por was un testimonio precioso captado a hurtadillas. Gus, su marido y papá de sus hijos, estaba durmiendo a Naoko e Isao leyéndoles, como cada noche, un fragmento de un libro. En esta ocasión era una entrada de este blog. He de confesaros que me enterneció muy profundamente. Ellos, amigos del alma, me enseñaron que las coincidencias no existen. Lo que existe son las “Diosidencias”, aspirante a neologismo con el que se reconoce que todo, todo es obra misteriosa de Dios, que no forzando la realidad y sus acontecimientos, nos presenta la vida misma para, recordándola, animarnos en el empeño de la buena existencia. Así interpreto hoy el tema del reloj.

En este tiempo ha habido otras. Tales como que mi primera experiencia en misión con hermanas haya sido con Hijas de la Caridad de S. Vicente y Sta Luisa, tan importantes en mi historia y vida sacerdotales. Una preciosa escuelita maternal, un impoluto centro de salud y un difícil centro de educación nutricional infantil, regentados todos por ellas en Safa. Una preciosa y entregada comunidad que hace realidad el evangelio con ese estilo tan característico de servicio y entrega a los más pobres de los pobres. El mundo cada día es mejor, discreta y sencillamente, gracias a ellas. Otra, de igual manera, es que la comunidad apostólica en M´bata esté integrada también por hermanas, y éstas Dominicas, que de algún vago modo me permite sentir aún más cerca de mis hermanas “Dominicas de Toro”. Recordad, también en esta línea, el primer encuentro en Bangui con aquél joven, Mermuz, la ayuda generada para las becas del seminario a partir de distintas personas que despertaron sus ganas de colaborar a partir de las líneas de este blog. Muchas, muchas acciones no programadas y pensadas y suscitadas en el corazón de hombres y mujeres de buena voluntad, como el certamen de relatos breves en Canarias, los juguetes de Salamanca o el arciprestazgo de Sayago y su orientación solidaria del encuentro de villancicos. De ser casualidades, ¿son demasiadas, no? El azar nunca es tan pródigo y generoso.

La misión se compone también de estas pequeñas cosas, que juntas resultan siempre algo muy grande. Diríamos que son un poco como la materia oscura del universo, que se sabe que existe, pero aún no la podemos explicar del todo. Este componente de coincidencias misteriosamente orientadas hacia un mismo fin, las reconocemos pero que no sabemos muy bien explicar, son reales en verdad. Miro mi reloj y es momento de continuar con otro trabajo. Consultar la hora es una manera de hacer presente a Juan Carlos, no digo a cada instante, quizá sería demasiado, si no ahora, en este instante que miro la hora coronada por un nombre mítico que es mucho más que una marca hispana de motos de hace unas décadas. Es un nombre que habla de muchas cosas de toda una generación, la suya y un poco menos la mía.



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